CADA VUELO SOLO ES DIFERENTE PARTE 2
- Luis Alberto Briatore

- 12 sept 2020
- 18 Min. de lectura
Mirage M-IIIC – Escuadrón 55, IV Brigada Aérea, Mendoza
Los cambios de avión sucedían con una velocidad importante, 18 meses volando Sabre y pasaba al cuarto Escuadrón en 5 años, ¡Nada mal para un Piloto de Combate de solo 24 años de edad!
En esta oportunidad las circunstancias que rodearon a la incorporación en este nuevo Escuadrón eran totalmente distintas a las anteriores. Como uno de los miembros fundadores del “Escuadrón 55”, tuve el honor de ser partícipe en muchos de los detalles relacionados a su creación. Experiencia enriquecedora por el perfecto trabajo en equipo de todos sus integrantes, logrando en un tiempo muy acotado, el armado de una organización operativa, privilegio que solo pocos pueden disfrutar a lo largo de toda la carrera.
El comienzo de la esperada actividad aérea estuvo demorada. Los biplazas indispensables para el vuelo de instrucción se hacían desear. El trío de aviones doble cabina se encontraban en plena tarea de actualización y recorrida general en el Área Material Río IV, lugar donde se centraliza el mantenimiento mayor de aviones de combate en la FAA.
Sin actividad aérea transitoriamente, los futuros aspirantes a volar el M-IIIC, observábamos ansiosos el cronograma de entrega de aviones. Por esos días el tiempo no sobraba y seguíamos en la ardua tarea de poner en condiciones las instalaciones que alojarían al nuevo miembro de la IV Brigada Aérea, el “Escuadrón 55”.
Los 8 futuros cursantes, ya con poca paciencia, esperábamos a los biplazas, únicos aviones que iban a estar dedicados de lleno a enseñarnos los secretos del vuelo en un Delta. Pasaron un par de meses, hasta que comenzaron a llegar de a uno por vez.
Sumaba otro sueño
Recién ingresado a la EAM como Cadete de 1° Año, me encontraba en plena concentración estudiando en un pupitre colmado de libros. ¡De repente! Un sonido ensordecedor irrumpe el monótono silencio del Pabellón Estudios. Como si se hubiese activado el dispositivo de evacuación por ataque aéreo, una estampida de Cadetes salía corriendo hacia la calle clavando la vista en el cielo.
En cuestión de segundos, todos los presentes se trasformaron en expertos observadores de aviones de combate. Finalmente los Cadetes de 4° dieron con la respuesta correcta, eran 4 Dagger de la VI Brigada Aérea, que en furioso pasaje rasante sobre los tejados de la Escuela de Aviación Militar, se encargaban de insuflarle espíritu aeronáutico por toneladas a las jóvenes promesas de la Fuerza Aérea Argentina.
Espaciados por pocos segundos y sacudiendo las copas de los árboles, esos pasajes bajos inolvidables hicieron temblar los vidrios en cada ataque simulado a la pista.
¡Lo recuerdo perfectamente como si fuese hoy! Esta demostración de fuerza ante mis ojos, hizo mella en lo más profundo del alma, dando origen a un nuevo sueño.
Verlos tan de cerca y escuchar un sonido que inspiraba poder a cada pasada, crearon un enamoramiento a primera vista, y también, una fascinación total por “El Mirage”.
El tiempo pasó muy rápido, y de Teniente en 2° año llegaría al fin el momento tan ansiado. Cristalizaba otro deseo más, estaba entre los elegidos que iba a volar a este triángulo supersónico, entrenándome para defensa del extenso cielo patrio.
El curso teórico no se hizo esperar. Por esos días nos sentíamos unos verdaderos afortunados. La totalidad de los Instructores habían participado en la Guerra por nuestras Islas Malvinas piloteando un Mirage, 2 en M-IIIE y 3 en M-5 Dagger.
Observarlos y escucharlos atentamente, inspiraban respeto y del bueno. Excelentes profesionales y mejores personas, eran los responsables de pulir las aristas de un numeroso grupo de jóvenes e ilusionados Cursantes. En ese momento la idea fija estaba centrada en ser mejores Pilotos de Combate, y se nos presentaba una oportunidad imposible de desperdiciar.
A la calidad académica y experiencia en vuelo de los maestros, se sumaban las bondades de trabajar en un grupo unido, donde la relación se extendía más allá de los límites del vuelo, llegando hasta el íntimo núcleo familiar. Estos experimentados mirageros fueron tan buenos ejemplos, que de ellos, tomé el modelo sobre el “deber ser” como Oficial, y también, la manera de cómo trabajar armónica y eficientemente en un Escuadrón Aéreo para el resto mi carrera. Como dirían un joven en la actualidad ¡Unos verdaderos Capos!
Ingresando de lleno al mundo Mirage
Munidos de gruesos y pesados manuales, arrancamos un curso con alto nivel de exigencia, Comenzaban las clases teóricas en un avión muy distinto a todos los que había tenido la fortuna de volar con anterioridad.
Las performance impresionaban a primera vista, además de otros detalles que solo ostentaba el rey de los Delta.
Superados los exámenes escritos y luego de un oral extenuante, donde fuimos chequeados durante horas, llega un alivio transitorio para poner las neuronas en descanso, antes de comenzar con una nueva etapa.
Por fin había llegado el gran momento, nos encontrábamos en condiciones de subirnos a un Mirage en nuestro primer vuelo de instrucción.
Los biplazas llegaban intercalados con los M-IIIC monoplazas. En poco tiempo alcanzamos el número de 3, cantidad óptima en relación al número de Cursantes que debían recibir instrucción.
El Escuadrón 55 estuvo abocado inicialmente a la enseñanza de como volar un Delta. Con una organización atípica, cada Instructor tenía el cargo de Jefe de Escuadrilla, al que le dependían una pareja de inexpertos Alumnos. La relación entre esta pequeña familia operativa era muy estrecha, tanto en tierra como en vuelo. Este fue otro de los ejemplos que pude tomar como modelo a seguir: ¡La manera que un superior debe cuidar y formar a un subalterno!
El cronograma de actividad aérea incluía 15 horas de vuelo, intercalando vuelos de pilotaje e instrumental y 6 horas de simulador en la VIII Brigada Aérea, hogar de los Mirage M-IIIEA, dedicadas pura y exclusivamente a la práctica de emergencias y entradas por instrumento bajo mínimos meteorológicos ¡Mejor preparación no podíamos tener!
Volaríamos un espejismo con características para el asombro
Sabíamos que se trataba de un avión distinto, no solo por las impresionantes prestaciones y performance, sino también, por las diferentes exigencias orientadas a poder dominarlo.
Una cabina confortable equipada con un asiento eyectable Martin Baker, uno de los mejores en el planeta, salvador de muchas vidas en Malvinas y una tranquilidad para cualquier Piloto a bordo de un avión de combate.
El rodaje se hacía direccionado la rueda de nariz con suaves golpes de frenos.
El motor era mucho más potente, comparado a los aviones que había volado con anterioridad, el que contaba con un dispositivo llamado postcombustión que entregaba un 30 % de potencia adicional.
Tanto en el despegue como en el aterrizaje, las velocidades eran realmente altas, exigiendo una rápida reacción ante la detección de una mínima anomalía.
En altura, bien perfilado y con velocidad, era una flecha que superaba el Mach 2 y alcanzaba alturas inexploradas con anterioridad.
Los comandos de vuelo eran una hermosura, contaba con par de elevones, una rareza más. Dispositivo aerodinámico que combinaban los movimientos de alerón y profundidad en una misma superficie de comandos por ala. A su lado, siguiendo el perfil del plano, y pegadas al fuselaje, un las aletas compensadoras, dispositivo que tenía como función la estabilización aerodinámica en maniobras exigidas.
El tan temido tirabuzón era un tema a tener en cuenta. La recuperación no podía ser de otra manera, al revés de cualquier otro tipo de avión, los comandos se debían colocar para el lado del giro.
No disponía de ningún tipo de hipersustentador ¡Algo de no creer! Causa principal, para apoyar las ruedas en pista con una elevaba velocidad.
Aproximaba a la pista con 90% de potencia, 185 nudos / 345 km/h y con una actitud 6º de nariz arriba, la que no permitía ver el peine de la cabecera próximos al piso y en cercanía de la pista.
Con un cuello siempre estirado, moviendo la cabeza para ambos costados del visor de la mira, era la modalidad utilizada si teníamos la intensión de ver un pedacito de pista para tomarla como referencia antes del toque.
El movimiento para frenar el descenso antes de aterrizar, llamado rondi, flare o reestablecida, era bien marcado, el que debía hacerse en el momento justo, de lo contrario, marcaríamos los testigos de aterrizaje brusco durante el toque ¡Se trataba de una manera de aterrizar nunca vista con anterioridad!
Por último, utilizaba para perder velocidad rápidamente luego del toque, un paracaídas de frenado, el que con 4 pétalos que se abrían detrás del empenaje, permitía perder 40 nudos en un par de segundos.
Para resumirlo, volaríamos un diferente dentro de la aviación de combate.
Las temperaturas cálidas de Mendoza, el predominio de viento calmo, una pista que no se encontraba a nivel del mar, sumado a que no contábamos con extensiones amplias libres de obstáculos en la prolongación para ambas cabeceras, nos daba menor margen ante una inesperada emergencia en pista, principalmente cuando el avión se encontraba con las 3 ruedas en el piso y a alta velocidad.
Todo indicaba, que debíamos estar muy bien entrenados y listos para hacer frente a cualquier imprevisto antes de llegar a volarlo en soledad.
Llega el momento esperado, ¡Por fin a volar solos!
Superada la exigente inspección a cargo del Jefe de Escuadrón, llegaría el ansiado 1° Vuelo Solo en un Mirage. La cita pactada, tendría lugar despegando de la pista 18/36 de 2835 metros de largo en la IV Brigada Aérea.
Con 25 años de plena juventud y una aceptable experiencia en vuelo, me sentía en condiciones inmejorables para enfrentar el nuevo reto.
El día señalado fue una mañana a pleno sol mendocino del martes 19 de marzo de 1985. Todo estaba listo para dar comienzo a la gran celebración. Estábamos frente a un acontecimiento histórico para la IV Brigada, el primer vuelo solo del recién nacido “Escuadrón 55”, el que con un gran esfuerzo y en tiempo record, incorporaba 8 nuevos guerreros a la legión de supersónicos de la gloriosa Fuerza Aérea Argentina.
La concurrencia fue impresionante, ninguna Unidad de la Institución quería perderse tan importante acontecimiento, comprometiendo la presencia mucha cantidad de material aéreo al festejo.
Había muchas similitudes con un festival aéreo. Los rasantes se sucedían uno detrás de otro. Los distinguidos invitados arribaban a bordo de diferentes máquinas de guerra. Nuestros hermanos, los queridos transporteros, por unos minutos se transformaron en cazadores, imitándonos con furiosos rasantes sobre una plataforma colmada de ilustres visitas. Comenzando por 1 Boeing 707 que intentaban demostrar que ellos lo hacían mejor. Siguieron: 1 C-130, 2 F-28, 3 F-27 y el T-10 del Comandante en Jefe, y cuando parecía que el festival de esta categoría de aviones se terminaba, apareció el legendario DC-3 de la V Brigada, el que a su paso lanzó infinidad de papelitos sobre una multitud que observaba atónita a esta reliquia voladora. A mismo tiempo, en una muestra de arrojo y valentía, 2 Morane le formaban en ciega al viejo Douglas, los que ante la baja velocidad, mantenían la posición a muerte durante el pasaje bajo, al borde de la velocidad de pérdida.
Las Unidades de combate, como es de costumbre hicieron de las suyas. Los primeros en pasar fueron 2 Escuadrillas de nuestros eternos rivales, los Douglas A-4 B y C de la V Brigada, luego 3 Camberras de la II, 9 Pucaras de la III y 3 de la IX, estos últimos habían navegado 5 horas sin escalas desde la patagónica ciudad de Comodoro Rivadavia.
Los primos de M-IIIEA de la VIII y M-5 Dagger de la VI, hicieron vibrar a Mendoza enhebrando la pista una y otra vez, dando el presente con una Escuadrilla de 4 aviones por Unidad.
También aparecieron con un sonido menos ensordecedor, el Guaraní de la Fábrica Militar de Aviones, 3 Aero Commander 500 pertenecientes a distintas Brigadas, los PA-28 y C-182 del Comando de Regiones Aérea y cerrando este hermoso espectáculo, una patota de 8 Mentor de la EAM formados en rombo.
La fiesta había comenzado y los Cursantes de a uno por vez íbamos saliendo junto al Ladero, quien era nuestro Jefe de Escuadrilla e Instructor.
Habían pasado 15 horas de vuelo traspirando la camiseta y estábamos con la suficiente experiencia para hacer frente al gran desafío. La sensación no era la misma a de otros Vuelos Solos. El tiempo de vuelo acumulado, hizo que el sabor fuese diferente en este inolvidable momento.
No había lugar para sorpresas, sabía perfectamente lo que tenía que hacer una vez en el cielo a solas con el Delta. Gracias a la excelente y exigente preparación previa en vuelo ¡Este fue el que más disfruté!
En la reunión previa al vuelo, recibimos un extendido briefing. En turnos de 4 aviones partíamos desde la plataforma Norte, lo hacíamos en medio de un ambiente festivo, el que no debía quitarnos la necesaria concentración.
El despegue lo hice sin inconvenientes junto a un Ladero que se mantenía pegado a mi ala izquierda, el que supervisaba cada movimiento de su Numeral, el que esta vez estaba al frente de la Sección.
Ascendimos como un misil, aceleramos a velocidad supersónica como es tradición sobre el desierto cuyano. Pude marcar un hito personal, primer vuelo a velocidad supersónica en soledad.
Con aerofrenos afuera bajamos la velocidad y descendimos a una altitud intermedia para disfrutar como nunca de unas cuantas maniobras acrobáticas. Al terminar la rutina prevista volvimos a la IV Brigada.
Desde el Sur, ingresamos a un circuito normal con ambos M-IIIC bien formados. Un par de circuitos cortos hasta llegar al Bingo de combustible, y como frutilla del postre, pude posar al Mirage sobre la pista con suavidad, dominándolo rápidamente. Recién luego de lanzar el paracaídas, sentí una liberación. Comenzando a partir de ese momento a pensar en la efusiva bienvenida que me esperaría luego del corte de motor.
Una recepción inolvidable
Mientras iba rodando, giro hacia la plataforma. Ante mis ojos tenía la mejor postal para ese emocionante momento. Un nutrido comité de expertos en manteadas estaba esperando ansioso mi llegada. Grupo bullicioso con deseos de agasajarme con saludos típicos previstos en esta especial ocasión. Sabía perfectamente lo que me esperaba al cortar el motor.
Cuando se extinguió el sonido de la turbina, abrí la cabina, y comencé a escuchar gritos de una euforia muy cazadora.
Luego de colocar rápidamente la escalera, el Mecánico puso colocó los 7 pines de seguridad en el asiento eyectable. Al girar la hebilla central, los arneses dejaron de rodear mi torso, quedando en total libertad de movimiento para salir del cockpit. Coloque como pude los borceguíes sobre el asiento y luego desde el último escalón de la escalera y en medio de tironeos desesperados de varias manos que tomaban mis tobillos, llegó lo que todos deseaban, ¡Un clavado!
En segundos estaba en el piso recibiendo diferentes muestras de un sentido y verdadero cariño. Me encontraba en la parte inferior de una montonera aplastado de alegría. Multitud de buzos de vuelos con diferentes colores de pañuelo hicieron que fuese el principal protagonista de esta disfrutable tradición cazadora.
Recuperada la compostura, con una sonrisa de oreja a oreja, de pie y con un peinado Punk, lo primero que hice fue abrazarme con el artífice en logar el dominio de esta bella máquina, mi apreciado Instructor de indicativo “Toba”. Luego de recibir infinidad de abrazos, llega el brindis junto a la mano derecha del Piloto, el Mecánico, quien eficientemente despidió, recibió y atendió el vuelo. Se sumaron al chin chin el respetado y admirado Jefe de Escuadrón y el Ladero que era a la vez mi Instructor y Jefe de Escuadrilla.
En poco tiempo y con el último vuelo concluido, en una plataforma a full de invitados, dio comienzo la ceremonia. Emotivo discurso por parte del Jefe de Escuadrón, entrega de escudos y pañuelos, y por último escuchamos los emocionantes acordes de la Diana de Gloria. Con un cosquilleo invadiendo todo mi cuerpo y un lagrimal que aflojaba, finalizaba el acto protocolar. Los invitados saludaban a cada uno de los flamantes Pilotos de Mirage.
El gran banquete y un merecido festejo
Ahora seguía lo mejor, un rico asado acompañado por un buen vino mendocino.
El quincho del Casino de Oficiales estaba vestido de gala, una ornamentación bien cazadora ponía en ambiente a todos los que ingresaban. Bajo un techo de madera, pendían varios velámenes de paracaídas color naranja.
Las mesas estaban perfectamente adornadas con un souvenir por invitado, el que cumplía con su objetivo, arrancarle una sonrisa a cada calificado comensal.
El bullicio y las risas dominaban el ambiente festivo. El rencuentro entre guerreros del aire tenía lugar en medio de fuertes abrazos, carcajadas, gritos y frases relacionadas con alguna anécdota propicia para adornar este grato momento de camaradería. El espíritu aeronáutico que se respiraba era puro y a la vez genuino.
Los 8 novatos atentos a cada detalle, colaboraban coordinadamente para que no falle nada. Cada uno cumplía con su responsabilidad mientras todo salía a la perfección.
De repente se escucha el golpeteo de un cubierto contra una copa vacía, la que oficiaba de campañilla. Haciendo caso a la señal auditiva, de inmediato todos hacen silencio.
Parado en el centro de la cabecera principal, el Jefe de Brigada da inicio a una gran fiesta que durará hasta que las velas no ardan.
El ambiente de alegría lo dice todo, es una gran celebración donde lo gastronómico se combina armónicamente con una sincera camaradería, la que siempre nos acompaña y caracteriza.
Los novatos Mirageros ante los reiterados requerimientos no paran de brindar, donde a cada parada reciben una arenga de aliento, la que asocia el pasado glorioso de la institución con el venturoso futuro que les espera.
Las horas pasan, llega postre y al final lo mejor. El Escuadrón 55 entrega un regalo a cada Unidad invitada y por reciprocidad recibe otro. Presentes y fotos que pasarán a adornar algún rincón de diferentes templos aeronáuticos: los vistosos y confortables bares de los Grupos Aéreos.
Como es costumbre, los jóvenes agasajados ante semejante logro, mediante un sketch, satirizan la relación tan estrecha y llena de momentos para recordar junto a los integrantes del Escuadrón. Obra teatral que despierta risas y carcajadas del todo el público presente.
Finalizado este número, se cumple una vieja tradición, los 8 nuevos Pilotos de Mirage con una botella de 5 litros de champagne entre sus manos, invitan a brindar a puro pico. Desde este momento los que arengaban no eran los viejos cazadores, el testimonio pasaba a manos de los noveles Pilotos supersónicos, los que dispersados y rodeados de camaradas en diferentes puntos del gran quincho, cuentan con euforia detalles de la gran hazaña vivida hace pocas horas.
De brindis en brindis, los jóvenes Mirageros pasan a una nueva etapa dentro del legendario rito. A la defensiva responden preguntas ocurrentes y capciosas de los diferentes invitados, en su mayoría Pilotos con más experiencia. Modalidad que busca una sabida e intencionada reacción. No tardan en aparecer repuestas graciosas por acción de un espíritu cazador que se encuentra en plena ebullición.
El reloj corría muy rápido, las horas pasaban sin que nos diéramos cuenta. La alegría envuelta en una legendaria tradición, creaba un ambiente propicio para que la fiesta continúe.
Llega la noche y se viene la segunda tanda de exquisiteces a la parrilla. La intensidad no baja, se escuchan cánticos cazadores y a cada pausa una anécdota guerrera.
Los más comprometidos, deciden en ese momento pernoctar, no quieren perderse nada de este legendario y hermoso festejo.
El ritual guerrero llega a su fin. El rastro profundo que deja esta fecha pasa a formar parte de un memorable y grato recuerdo.
Con el tiempo, en momentos de reflexión y a medida que vamos madurando, confirmamos lo acertados que estuvimos al haber elegido este apasionante estilo de vida.
Esta es la manera que festejan los guerreros del aire la incorporación de nuevos miembros a la familia.
Aquí se va forjando el indispensable espíritu, nuestra verdadera arma secreta, la misma que el poderoso y usurpador invasor no tuvo en cuenta en el fragor del combate. Se trata de tradiciones que refuerzan nuestra identidad, hacen más fuerte el amor por la Fuerza Aérea Argentina y nos da el valor de entregar la vida por defender a la Patria.
Este es el día donde cada arenga termina indefectiblemente con un grito ensordecedor, el que sale por instinto de las fibras más profundas del alma, expresando la frase que nos identifica: “NO HAY QUIEN PUEDA”
T-33 Silver Star –Grupo Aéreo de Caza 32 - Santa Cruz de la Sierra, Bolivia
En esta oportunidad viviría al “Vuelo Solo” como una experiencia totalmente distinta a todas las anteriores. Esta vez cumplía este sagrado ritual cazador en otro país, algo inimaginable ¡La varita mágica me había tocado nuevamente!
La quinta experiencia llegó con una mayor madurez y en tierras bolivianas. Al momento de esta nueva posibilidad, acumulaba 3000 hs de reactor. El buzo de vuelo cargaba en su historial varias emergencias, entre ellas, una reciente eyección, y otro detalle importante, el Vuelo Solo lo haría con la Jerarquía de Mayor antiguo, ya casi Vicecomodoro. Momento de la vida, ya alejado a la habitual juventud con que normalmente se transita un evento de estas características.
Un 20 de octubre del año 2000 tuvo lugar el primer vuelo en soledad otro clásico, el Silver Star. El lugar de operación, la pista de El Trompillo, asiento del Grupo Aéreo 32 de Caza.
Una vez incorporado a las filas de la Unidad de Combate, a sabiendas que los T-33 modernizados en Canadá demorarían la llegada al país, se me ocurre una interesante iniciativa buscando aprovechar el tiempo sin actividad aérea. Llevaba unos 3 meses trabajando en equipo junto a los Instructores bolivianos, y luego de ultimar detalles, presento con el debido asesoramiento al Mando Superior de la Fuerza Aérea Boliviana, una propuesta para crear la Escuela de Caza Boliviana en nuestra Unidad.
La idea fue circulando por los pasillos del Comando General y luego de un análisis por parte del Alto mando, la iniciativa tuvo la debida aceptación.
En poco tiempo el Comandante General de la Fuerza Aérea, designó una comisión presidida por el Subjefe de la institución, de la que formé parte como Asesor, la que estaría dedicada al análisis e implementación de la Escuela de Caza.
Reunidos en el Alto Mando en la ciudad de La Paz, comenzamos un estudio acerca de un tema con un relevante interés para la aviación de combate.
Unos meses después, con mucho orgullo por haber podido participar de este importante proyecto hecho realidad, y en representación de la Fuerza Aérea Argentina, se hace realidad un trascendente logro para los cazadores bolivianos. El 16 de febrero de 2001, en una importante ceremonia, se descubrió una placa en la plataforma del Grupo Aéreo de Caza 32, y desde ese momento quedaba creada la Escuela de Caza Boliviana, la que tendría como tarea, la formación de los futuros Pilotos de Combate.
Llegaban los T-33 en vuelo desde Canadá
Retrocediendo unos meses, los primeros aviones habían llegado a La Paz. Por esos días el curso impartido a los Alumnos se encontraba avanzado y era el momento de comenzar a volar al renovado T-33. Los Pilotos más experimentados fueron los que magistralmente comenzaron a darme instrucción. Sin ninguna clase de misterio y con una relación de verdadera amistad, aprendí acerca de otro clásico de la aviación, el Silver Star. Una vez asimilados los secretos que permitieran dominarlo, tuvo lugar el primer Vuelo Solo.
Estaba frente a una experiencia diferente a las anteriores. Ante un nuevo desafío, con gran expectativa y curiosidad al mismo tiempo. Un gran entusiasmo me invadía por aquellos días.
Inmerso en otra idiosincrasia a la que pude adaptarme perfectamente, con un vital objetivo logrado gracias a los excelentes Oficiales con los que formamos un excelente equipo de trabajo, comencé a volar este hermoso entrenador y en poco tiempo recibiría la habilitación como Instructor de Vuelo.
Cada Fuerza Aérea sigue sus tradiciones al momento de festejar y homenajear la llegada de un nuevo Piloto.
Con mucho espíritu, deseaba disfrutar cada detalle del último Vuelo Solo como cazador.
Sin hacer preguntas, busqué que me sorprendiera este festejo tan tradicional, con la particularidad, que lo compartiría con mis hermanos y amigos bolivianos.
El ritual tuvo lugar con un auténtico estilo del altiplano, respetando costumbres provenientes de sus raíces, pintoresca manera de celebrar que enorgullece a todos los integrantes de esta prestigiosa institución amiga.
Luego de dar los
primeros pasos en el T-33
Había volado unas 4 horas en el T-33, un entrenador con una cabina muy espaciosa, confortable y totalmente modernizada. Un avión muy estable en vuelo e ideal para cumplir con su función, formar nuevos Pilotos.
Los temas de vuelo se desarrollaban sobre un medio ambiente diferente al mi país. Al Oeste de Santa Cruz de la Sierra, montañas bajas con monte, y en el resto de los cuadrantes una mezcla de monte y selva. Región complicada ante un rescate por una desafortunada falla y posterior eyección. El clima era muy agradable y los 416 metros al nivel del mar facilitaban la operación, distinta era la situación en la mundialmente conocida pista ubicada en el altiplano, el Alto, La Paz, con 3.640 metros de altura y una muy baja densidad del aire.
Esta era una ocasión especial, permitía saborear otras costumbres cazadoras siempre enriquecedoras. Todo trascurría en un momento muy singular, estaba llegando al final de un largo camino como Piloto de Combate.
A diferencia de la costumbre Argentina, aquí el festejo del Vuelo Solo se divide en 2 momentos. El primero es en el mismo día del vuelo en soledad, y el segundo gran festejo, tiene lugar en el carnaval, donde todos los que pasaron por esta importante experiencia se los bautiza.
La celebración relacionada directamente con la idiosincrasia boliviana, tiene lugar en un hermoso festejo llamado “Challa”. Se trata de una costumbre Aymara enraizada en la población boliviana, la que fue adoptada por la Fuerza Aérea para esta tradicional celebración.
En ese día las instalaciones se visten de fiesta desbordada de colores vivos. Se observan adornos por doquier, banderines, flores, globos, frutas, entre otras cosas.
La celebración sigue un ritual muy interesante. Se trata de un acto espiritual materializado en la ofrenda de la bebida, la comida y la música. Festejo de origen ancestral. La “ch´alla”, es sinónimo de agradecimiento a la Pachamama o Madre Tierra, por todos los dones recibidos, los que exigen un reconocimiento que se hace efectivo ofreciendo un regalo.
Estaba viviendo un ritual de agradecimiento, en una increíble ceremonia perfectamente organizada por el Grupo Aéreo de Caza 32, algo que nunca había imaginado.
Para comenzar, los agasajados, todos hijos de la Pachamama, vestidos solo con pantalones cortos y torso desnudo, ingresamos de a uno por vez a un circuito en el que debíamos superar diferentes obstáculos, los que representaban distintos significados, con un factor común, abundancia agua y barro.
El espíritu de supervivencia estaba presente a lo largo del entretenido circuito, donde el diablo estaba siempre al acecho, el que con un horquillo en mano, nos arriaba bajo la amenaza de pincharnos ante el menor signo de desgano.
Cumplimentado el sacrificio y luego de cruzar la línea de llegada, siguiendo con el ritual cazador, se bebe un elixir de fórmula secreta y efecto gástrico explosivo.
Agarrando con fuerza un borceguí de cuero lleno de una bebida indescifrable en su composición y al mismo tiempo cerrando mis ojos, bebí como la tradición lo indica, hasta la última gota. Con un estomago que pedía a gritos algo sólido, pasamos a la una gran mesa llena de manjares.
Cada alimento guardaba un significado distinto, en los que se encontraban representados todos los elementos que forman parte de la naturaleza, los que son ofrecidos como símbolo de agradecimiento.
El ciclo de Vuelos Solos no podía cerrar de mejor manera. Disfrutaba de uno totalmente distinto al argentino y con detalles que incluían costumbres del pueblo boliviano. Este era otro de los tantos regalos que generosamente a lo largo de la carrera militar recibía de la institución, a la que siempre estaré agradecido.
Los 5 Vuelos Solos fueron asimilados y disfrutados de diferente manera, pero hubo algo que no cambio en ninguno de ellos, y fue la esencia que alimenta a nuestro espíritu guerrero.
Todos siguieron y respetaron un ritual impregnado de historia, costumbres y profundos sentimientos.
Los Pilotos de Combate participamos activamente y con mucha alegría de una tradición que nos hace fuertes, la que no pertenece a una sola Fuerza Aérea, es patrimonio de todos los Pilotos que en cualquier lugar del planeta tuvimos la fortuna de formar parte de un mundo soñado y distinto, el que con ritos como este, de fuerte contenido simbólico y compromiso, alimentan una tremenda pasión que sigue junto a nosotros de por vida.
Luego de recordar con nostalgia estos momentos llenos de espíritu cazador, no se me ocurre otra cosa más que gritar bien fuerte, convocando a todos los Pilotos afortunados de haber elegido el vuelo como forma de vida: “NO HAY QUIEN PUEDA”
























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