EN BUSQUEDA DE LA SUERTE
- Luis Alberto Briatore

- 19 dic 2020
- 9 Min. de lectura
EN BUSQUEDA DE LA SUERTE
Como en muchos ámbitos de la vida, la aviación no es ajena a diferentes tipos de peculiaridades y creencias populares, las que al ser adoptadas por nuestro medio, son caratuladas como aeronáuticas.
Nos referiremos a algo íntimamente ligado a minimizar el “riesgo en vuelo”, factor con el que nos enfrentamos a diario y al que buscamos neutralizarlo de alguna manera.
Uno de los caminos elegidos, es asociarlo con el cumplimiento de alguna rutina a la que le atribuimos milagros o portar un elemento determinado que acerque a la suerte.
Desde mi debut en esta increíble actividad, he podido apreciar que todos los que nos subimos a una aeronave desafiando al cielo, cumplimos con algún tipo de ritual, el que es casi imposible de percibir por un tercero.
La tradición estrictamente respetada, indica que para que sea efectivo el espanta maleficios, es condición sine qua non, no revelarlo. Pasando a formar parte de uno de los tantos secretos de nuestra profesión.
Para los que somos el alma del avión, se trata de algo sagrado. Guarda íntima relación con la aplicación de cábalas, uso de amuletos o seguir al pie de la letra diferentes supersticiones, los que en su conjunto tienen un origen común, datan de principios del siglo XX. Una época de oro, donde el inminente crecimiento de los vuelos abordo de aparatos más pesados que el aire, llevó a generación de diferentes y variados mitos.
Al tratarse de una actividad nueva, también comenzaron a adoptarse y adaptarse al vuelo, costumbres y tradiciones de otras disciplinas, las que hasta el día de hoy se trasmiten desde los pilotos experimentados hacia los noveles, comunicación necesaria para asegurar una vigencia en el tiempo.
Antes de zambullirnos en diferentes mitos, los que nos proporcionan la cuota necesaria de suerte, conoceremos las distintas definiciones introductorias a un tema que despierta curiosidad, siempre presente en la aviación.
· Superstición: Creencia que no tiene fundamento racional y que consiste en atribuir carácter mágico u oculto a determinados acontecimientos.
· Amuleto: Objeto que protege a una persona frente a un problema. Consiste en cualquier objeto portátil al que supersticiosamente se le atribuye alguna virtud sobrenatural, la de atraer la buena suerte o asegurar la protección de su dueño.
· Cábala: Si bien puede tener otros significados más filosóficos, utilizaremos el que más se adapta a la actividad aérea. Es un sustantivo ligado a ciertos códigos o claves secretas que permanecen en el tiempo, las que guardan una íntima relación con la suerte.
En lo cotidiano lo tenemos incorporado como un hábito. En muchos reviste tal importancia, que en el arranque del día es uno de los primeros ítems a verificar.
Contar con algún objeto que nos acompañe en todo momento, al que le atribuimos un cierto poder mágico, es una idea totalmente atractiva.
Creer en ciertos fenómenos o procesos relacionados a la fortuna, refuerza la cuota de buscar ser invencibles frente ante la adversidad.
Emplear fórmulas infalibles a diario, las que nunca son reveladas, es uno de los diferentes caminos que empleamos para creer y tener fe, predisponiéndonos a en que todo va a salir bien.
Los que volamos, por lo general, mantenemos alguna pequeña superstición, talismán o tradición, a la que adoptamos para siempre, pasando a formar parte del folklore de una apasionante y pintoresca actividad.
Antigua superstición cazadora
Los ases de la aviación de la Primera Guerra Mundial (IGM), fueron los primeros en utilizar amuletos de protección para buscar la buena suerte, actitud que alimentó la necesidad de convivir con un sinnúmero de supersticiones.
Entre los aviadores alemanes, los que dominaban máquinas voladoras hechas con lona y cuerdas, creían en una superstición, la más importante de todas por aquellos tiempos: “No ser fotografiado antes de salir hacia un combate aéreo”.
El ejemplo más cabal de una dolorosa trasgresión a esta regla, estuvo a cargo un gran as, el que confiado en el magistral dominio de la máquina en combate, tuvo la osadía de atreverse a desobedecerla. Hecho que es muy recordado, porque tuvo como protagonista al máximo depredador de toda la historia de las batallas aéreas, el Barón Manfred Von Richthofen, aristócrata aviador alemán.
Confiado en su supremacía en el campo de batalla, tentó a la mala suerte y voló directo hacia la catástrofe. Todo fue gracias a cometer una insignificante imprudencia, ¡No respetó la sagrada superstición!
Considerado invencible, solo con veinticinco años de edad contaba con 80 derribos confirmados, sólo alguien como él podía desafiar y hacer caso omiso a este maleficio.
En la mañana del 21 de abril de 1918, antes de abordar el triplano Fokker Dr.I, en momentos que jugueteaba con su perro en la puerta de la tienda de campaña, la que albergaba al triplano que utilizaba como arma letal, pintado de un estridente color rojo brillante, un visitante casual, le saca una foto justo en el momento prohibido, “previo a salir rumbo a una misión”.
Lamentablemente para el “Barón Rojo”, la superstición hizo de las suyas y pudo derrotar al mejor. Ni siquiera él pudo llegar a burlarla.
Horas más tarde de tentar al diablo, sería derribado perdiendo la vida en el acto, al que propios y enemigos llamaban “maestro del combate aéreo”. Desde este día negro, la tradición oral ha llevado a respetar esta legendaria regla, llegando hasta nuestros días, condición que los pilotos no vulneramos, sin importar en qué rincón del planeta estemos volando.
Mientras el célebre Barón Rojo caía abatido por la metralla enemiga. Moría uno de los máximos ases de la aviación, y a la vez, nacía un poderoso mito.
¿Cómo tratamos de evitar la mala suerte?
Otra de estas curiosidades rodeadas de cierto grado de certeza, tiene relación a evitar nombrar el apellido de determinado camarada, al que le atribuyen la mala fama de ser “yeta”.
Personaje al que se lo denomina, como el “innombrable”. Un apodo incómodo pero necesario para evitar pronunciar su nombre, si no queremos tener males mayores en vuelo.
Acumuladas las pruebas del caso, y una vez confirmadas mediante diferentes testimonios de fe, el agraciado queda por siempre con ese mote, instaurándose la prohibición de pronunciar el apellido previo a salir a volar.
Con respecto a las “matrículas” de los aviones, también podemos mencionar algunas creencias y desterrar otras.
Las matrículas terminadas en 13, contrariamente a los que muchos creen, no son consideradas un imán para la mala suerte. Recuerdo haber volado infinidad de veces el Mirage M-IIIEA I-013, y nunca tuve que resolver una emergencia cuando tuve la oportunidad de disfrutarlo en vuelo.
Una condición que se cumple a rajatabla, es no repetir la misma matrícula de un avión accidentado e irrecuperable, ante la incorporación a la flota de un nuevo material del mismo tipo.
Otro caso que no sucede muy a menudo, es señalar a una determinada matrícula como “yeta”.
Cuando una aeronave falla demasiado o sufre novedades inexplicables en un corto lapso, la muchachada rápida en detectar fenómenos paranormales, en la primera juntada importante en un día de tormenta, durante esas entretenidas charlas en el bar del Grupo Aéreo, entre café y café, comienzan a atar cabos, y sin perder tiempo, concluyen con un veredicto unánime: esa matricula merece ser exorcizada.
En este caso, el avión sigue volando normalmente, donde la mala fama nos predispone a estar alerta y no perdonar la mínima novedad.
Las cábalas son de gran ayuda
Aunque las cábalas se mantienen en secreto, condición para alcanzar el efecto deseado, gran cantidad de pilotos siguen algún tipo ritual, y lo hacen de una manera disimulada. Esta fórmula no revelada, es necesario repetirla de idéntica manera antes de salir en cada vuelo.
La manera de ponerse el anti “G” o el movimiento previo a colocarnos el chaleco de supervivencia, el pie que ponemos en primer lugar en la escalera al subirnos al avión e infinidad de posibilidades que nos dicta la imaginación. Rutinas a las que se les agrega un toque personal, funciona como envión psicológico en búsqueda de fortuna, en momentos previos a visitar el cielo.
Los amuletos como protección
Durante la IGM la esperanza de vida de un piloto de combate era muy corta. Esta fue una de las principales causas para que los jóvenes aviadores buscaban protección mediante el uso de talismanes, figuras u otro tipo de artificios que favorecieran la suerte en el campo de batalla. Por aquellos tiempos hicieron su debut las primeras supersticiones en la aviación.
Los aviadores militares utilizamos generalmente como amuletos: piedras, estatuillas, medallas, monedas, imágenes, estampas, colgantes, anillos, etc. En general se emplea algún objeto que guarde cierto valor para su propietario, el que no podrá faltar en ningún vuelo.
Costumbre muy curiosa, y secreto no revelarlo, que lleva a negar la tenencia de un amuleto.
En mi caso, en ese buzo lleno de cierres y testigo de muchos combates, llevaba siempre en un mismo bolsillo, una piedrita de una belleza muy especial. En un pliegue de mi billetera estaba alojada una pequeña medallita de la Virgen de los Milagros, regalada por una familia amiga, que al entregármela aclararon que era para protegerme en vuelo. Lo más voluminoso que llegué a lucir, fue una gruesa cadena de plata con la medalla de mi promoción, la XLVII, acompañada por una segunda virgen, la que tiene puesta nuestra camiseta, la Virgen de Loreto, acompañada por un crucifijo.
Esta serie de accesorios formaban parte del equipo de vuelo y era un ítem más dentro de los procedimientos personales previo al vuelo.
Tradición conocida como Nose Art
Esta es otra de las tantas costumbres adoptadas como amuletos. En este caso se trata de una imagen con diseño decorativo, generalmente pintada en los laterales del fuselaje o en la parte frontal de una aeronave.
Esta práctica decorativa fue adoptada imitando a una antigua tradición naval, proveniente de la cultura fenicia. Los que consideraban que los ojos (ojos de Horus), situados en ambos lados de la proa de una embarcación, cumplían la función de asustar a los monstruos marinos y piratas que asolaban el Mar Mediterráneo.
Al ser adaptada a la aviación, e influida por la típica creatividad aeronáutica, sufrió una serie de modificaciones.
Las proas de las aeronaves comenzaron a ser decoradas con figuras, a veces muy elaboradas y coloridas. La función de estos llamativos dibujos artísticos, estaba dirigido a darle personalidad al aparato, detalle relevante que servía para distinguirla del resto de la flota.
Detrás de estos hermosos dibujos existía una finalidad, la que iba más allá de lo meramente decorativo. La función que se les atribuía, era la de alejar los proyectiles enemigos para que no impactaran en el esbelto fuselaje, modalidad que tomó un gran auge en la Segunda Guerra Mundial (IIGM), principalmente en los bombarderos de largo alcance.
En la Fuerza Aérea Argentina solo fue imitada en algunos aviones IA-58 Pucará, aunque no sería una mala idea poder adoptarla en otro tipo de material aéreo.
Gremlin
Un “gremlin” es una criatura mitológica de naturaleza malévola, muy arraigada y popular en la tradición de aquellos países de habla inglesa, cultura en la que tuvo origen esta costumbre, allá por los comienzos del siglo XV.
La historia popular describe a estas criaturas con capacidad de sabotear todo tipo de maquinaria.
Los pilotos ingleses de la Royal Air Force (RAF), que cumplían servicio en Oriente Medio durante la Segunda Guerra Mundial, comenzaron a atribuir accidentes por la acción de estos terribles seres. Se trataba de animales que destruían todo, se los culpaba de las caídas de diferentes aeronaves, las que no habían sido atacadas y no se sabía nada de ellas.
Buscando alejar este maleficio, adoptaron una nueva costumbre, la de confeccionar muñecos con su forma, a los que se los utilizó como mascota en vuelo. La condición era acompañar a las tripulaciones en las distintas incursiones sobre territorio enemigo. Según cuentan, este curioso amuleto fue utilizado con éxito, pudiendo revertir la situación.
Esta fue una manera más, que las tripulaciones de una aeronave eligieron, para atraer la buena suerte. Los primeros en utilizarlos de manera intensiva, fueron los bombarderos que ejecutaron misiones sobre territorio alemán.
La tradición y los mitos no pueden faltar en la actividad aérea
Los pilotos por lo general, buscamos constantemente atraer por distintos caminos a la buena suerte. La fe es algo que afecta nuestra manera de percibir los riesgos asumidos en la vida cotidiana.
Muchos atribuyen a facilitar el logro del anhelado éxito personal, o a un permanente intento de controlar la suerte.
Tratando de no dejar hendijas por donde pueda ingresar lo malo dentro de la hermética cabina de vuelo, recurrimos tanto a lo pagano como a lo religioso, en la búsqueda permanente de ahuyentar lo indeseable.
Palitos, piedras, estampitas y los elementos más diversos que puedan imaginar, son adoptados como infaltables compañeros de vuelo, al momento de intentar alejar lo malo de nuestro alrededor.
Para reforzar este halo protector tan necesario abordo, la Fuerza Aérea Argentina, desde hace mucho tiempo, adoptó como costumbre colocar en cada tablero de instrumentos la imagen en metal de la Virgen de Loreto, patrona de los pilotos. Solo ella, de manera incasable, durante mañana, tarde y noche, nos protege mientras surcamos el cielo celeste y blanco.
Al encontrarnos cara a cara con situaciones que rozan el riesgo de perder la vida, en algunas ocasiones solo hace falta profesionalismo y pericia para evitar males mayores. En situaciones más complejas, cuando no logramos tener el dominio completo de la situación, la intervención de la milagrosa patrona es quien aporta ese plus para salvarnos.
Tratando de lograr una completa inmunidad ante la adversidad, agregamos objetos y costumbres que van más allá de la protección religiosa. Seguimos legendarias y sabias tradiciones provenientes de los precursores. Ritual sagrado que es parte de la mística cazadora. Por tal motivo, nos sentimos orgullosos de trasmitir y hacer cumplir el legado que forma parte de la rica historia de nuestra amada aviación.






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