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🇦🇷EN BUSQUEDA DE LA SUERTE-Parte 4🇦🇷 Las cábalas son de gran ayuda

  • Foto del escritor: Luis Alberto Briatore
    Luis Alberto Briatore
  • 18 dic 2022
  • 2 Min. de lectura

Aunque las cábalas se mantienen en secreto, la principal condición para alcanzar el efecto deseado, gran cantidad de pilotos siguen algún tipo ritual, y lo hacen de una manera disimulada. Esta fórmula no revelada, es necesario repetirla de idéntica manera antes de salir en cada vuelo.

La manera de ponerse el anti “G” o el movimiento previo a colocarnos el chaleco de supervivencia, el pie que ponemos en primer lugar en la escalera al subirnos al avión e infinidad de posibilidades que nos dicta la imaginación. Rutinas a las que se les agrega un toque personal. Determinado acto, que funciona como envión psicológico en búsqueda del éxito, previo a visitar el cielo.

Los amuletos como protección

Durante la IGM la esperanza de vida de un piloto de combate era muy corta. Esta fue una de las principales causas para que los jóvenes aviadores buscaban protección mediante el uso de talismanes, figuras u otro tipo de artificios que favorecieran la suerte en el campo de batalla. Por aquellos tiempos hicieron su debut las primeras supersticiones en la aviación.

Los aviadores militares utilizamos generalmente como amuletos: piedras, estatuillas, medallas, monedas, imágenes, estampas, colgantes, anillos, etc. En general se emplea algún objeto que guarde cierto valor para su dueño, el que no podrá faltar, escondido en alguno de los tantos bolsillos del buzo de vuelo.

Costumbre muy curiosa, y secreto no revelarlo, que en algunos lleva a negar la tenencia de un amuleto.

En mi caso, en ese buzo lleno de cierres y testigo de muchos combates y navegaciones tácticas, llevaba siempre en un mismo bolsillo, una piedrita de una belleza muy especial. En un pliegue de mi billetera estaba alojada una pequeña medallita de la Virgen de los Milagros, regalada por una familia amiga, que al entregármela, aclararon que era para protegerme en vuelo, y bien que lo hizo.

Lo más voluminoso que llegué a lucir, fue una gruesa cadena de plata con la medalla de mi promoción, la XLVII, acompañada por una segunda virgen, la que tiene puesta nuestra camiseta, la de Loreto, acompañada de un crucifijo.

Esta serie de accesorios formaban parte del equipo de vuelo y era un ítem más dentro de los procedimientos personales previo al vuelo.

 
 
 

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