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🇦🇷LAS SALVADORAS ALAS ROTATIVAS EN MALVINAS🇦🇷

  • Foto del escritor: Luis Alberto Briatore
    Luis Alberto Briatore
  • 12 mar 2022
  • 9 Min. de lectura

Segunda Parte


El riesgo era moneda corriente

Junto al incremento de los requerimientos, las condiciones y tipos de misión fueron variando. El abanico de posibilidades para elevarse hacia el cielo malvinense fue mutando. Nunca hubo salidas rutinarias, operaban en todo momento en el ojo del huracán bélico, e inclusive, en muchos de esos vuelos vivieron momentos con un alto impacto emotivo sin perturbar el cumplimiento del deber.

Cuando despegaban los pies de la tierra, la mente de estos profesionales con mayúsculas, estaba solo centrada en el próximo y exigente objetivo. Los patriotas de las alas rotativas, intercalaban situaciones de alegría alcanzando un pico de euforia, que ayudaba a mantener la moral bien alta, con otros momentos de pesar, en un marco de sentida tristeza. La realidad dictaba, que había que cumplir todo tipo de requerimiento.

Todos los vuelos apuntaban a un único y honorable objetivo, el de dar esperanza, el de salvar vidas de camaradas frente a un inminente peligro de muerte.

El 2 de mayo, un Bell 212 parte en búsqueda del 1er. Teniente José Leónidas Ardiles, derribado el día anterior, cuando cumplía una de las tantas misiones heroicas, en un furioso ataque a la flota, lo hacía al mando de un veloz Mirage M-5 Dagger. Cuando llega el helicóptero a la zona de probable eyección, comienza una búsqueda exhaustiva, y hasta desesperada, sin lamentablemente lograr lo que todos deseaban, encontrarlo con vida.

El 12 de mayo, el 1er. Teniente Fausto Gavazzi, caía derribado por la artillería antiaérea propia. Este hecho lamentable sucede luego un furioso ataque contra un navío de guerra inglés. Ante el avistaje del derribo y ubicación aproximada donde había caído el piloto, el Bell 212 matrícula H-85 acude al rescate. Al llegar al lugar indicado, una profunda tristeza invade a la tripulación. Encuentran sin vida al piloto de A-4B, el que yacía sobre la turba malvinense, habiendo entregado, en un gesto heroico, su vida por la Patria que tanto amaba.

Día del Helicopterista

Las misiones continuaban y las alas rotativas giraban cada día con más fuerza, hasta que sucede un hecho que marcaría un hito en esta indispensable especialidad. Fue la noche del 21 de mayo, cuando el Bell 212 matrícula H-85, al mando del Teniente Longar y el Teniente Brea como copiloto, acompañados por el cabo 1º Palacios como mecánico y el Cabo 1º Quiñónez como operador de carga, acudieron en búsqueda de un piloto de combate que luego de ser derribado, se había eyectado desde un avión IA-58 Pucará.

En total oscuridad, enfrentando un campo de batalla que se presentaba hostil y con una orografía muy irregular, parten en un vuelo considerado de alta peligrosidad, delatando la presencia del aparato el sonido característico de sus motores, el que se propagaba a muchas millas a la redonda.

Desplazándose a oscuras y como podía, el piloto de Pucará, al escuchar la melodía tan esperada del Bell 212 que retumbaba cada vez más fuerte, en el denso y gélido aire austral, sin perder tiempo, saca de un bolsillo un pequeño tubo de metal y lo apunta hacia un cielo totalmente ennegrecido, efectuando dos disparos de bengalas. No hacía más que llevar a cabo una típica acción enseñada en los cursos de supervivencia, lograr orientar a los salvadores de vidas, los helicopteristas que venían en su ayuda.

Los pilotos detectan a lo lejos el resplandor. Sin perder tiempo ponen rumbo hacia la zona que se había iluminado por casi un minuto.

Navegando en la oscuridad encuentran al Pucará accidentado desparramado sobre el blando terreno, señal de que se encontraban en la dirección de búsqueda correcta. Luego de navegar varios kilómetros desde la posición de la aeronave destruida, encuentran al solitario piloto de combate, el que se dirigía herido a la base Cóndor de a pie y desplazándose con dificultad.

Este histórico rescate extremo, debido a las complicadas condiciones imperantes y a la actitud heroica de la tripulación, sentó un importante precedente en la búsqueda y rescate en combate para la especialidad envuelta en los colores celeste y blanco, instaurándose con total justificación al 21 de mayo como el “Día del Helicopterista”.

Sucesión de memorables rescates


El 22 de mayo fue un día de actividades múltiples. Auxiliaron al guardacostas de la Prefectura Naval Argentina GC-83 Río Iguazú. Hecho que sucedió, luego de que este fuera participe de un combate aeronaval en total desventaja, enfrentándose contra dos Harriers ingleses que lo atacaban, derribando con un impacto certero a uno de ellos, empleando un cañón de 20 mm.

En conocimiento de la situación, y luego de recibir la orden, despegan rumbo a la posible posición de la embarcación, la que luego de utilizar un patrón de búsqueda acertado, es localizarla escorada, con la proa fuera del agua incrustada en la costa rocosa.

Sumando otra destacada acción de búsqueda y rescate, salvan la vida a 15 tripulantes de la embarcación inutilizada, sumado a 17 efectivos del Ejército que eran trasportados a bordo en ese momento.

Los rescates continuaban, le sucedieron la recuperación exitosa del Mayor Gustavo Piuma y el Teniente Senn, ambos derribados cuando comandaban dos M-5 Dagger, hecho que sucede en cercanías de Puerto Howard, en la Gran Malvina.

De regreso a Darwin fue subido al helicóptero un piloto inglés, el Teniente Glover, derribado por la artillería antiaérea y hecho prisionero luego de tocar tierra junto a su paracaídas.

Otra operación emblemática sucedió el día 23 de mayo, fue en el rescate del 1er Teniente Héctor “Jote” Luna, otro valiente más de M-5 Dagger derribado en la Isla Gran Malvina.

Ignorando el factor peligro, el helicóptero cruzó el estrecho de San Carlos a la vista de una amenazante fragata inglesa, pegados a centímetros del agua e indefensos, transitaban el “corredor de las bombas”, sector sobrevolado de manera continua por los Harriers. En aquella ocasión el radar de Puerto Argentino, los alerta de la presencia de una PAC. El helicóptero sin pérdida de tiempo, se zambulle de inmediato posándose sobre la turba malvinense. Sin desperdiciar un segundo y a pleno instinto de supervivencia, toda la tripulación desciende y abandona la máquina, dispersándose camuflados en el terreno, mimetizándose para no ser vistos. Pasado el peligro, suben al helicóptero y continúan el riesgoso vuelo. En poco tiempo encontrarían los restos humeantes del M-5 derribado en proximidades a un caserío. Ya en tierra, un kelper les indica que dentro de la casa había un piloto argentino muy malherido. Era el “Jote” Luna, tenía una pierna rota y el hombro totalmente dislocado, a consecuencia de una eyección a muy alta velocidad y baja altura. Luego de un momento de alegría con fuertes abrazos, es evacuado mediante una arriesgada navegación de regreso, para luego ser atendido.

El 24 de mayo tuvo lugar el rescate del Capitán de Corbeta Alberto Philippi, piloto derribado al mando de un Douglas A-4 Q de la Armada Argentina.

El 28 de mayo se repetía otra operación de muy alto riesgo, pudiendo recuperar con éxito una patrulla de 14 hombres, pertenecientes al Grupo de Operaciones Especiales - GOE, los que se encontraban atrapados y sin salida, ubicados detrás de las líneas enemigas. Debido al elevado número de integrantes, parte del GOE fue rescatado al día siguiente, a ellos se le unieron los integrantes de un Puesto de Observación Aérea de la BAM Malvinas.

El 31 de mayo, uno de los pilotos de Bell 212, el Teniente Vergara recuerda a esta misión como una de las más difíciles llevadas a cabo, por tratarse de una operación detrás de las líneas enemigas. En esta ocasión recuperaron a los integrantes del Puesto de Observación Aérea (POA) “Biguá”, comandado por el Alférez Daghero.


Un ámbito totalmente hostil


Durabte toda la guerra, pilotos, tripulantes y mecánicos conformaban un sólido equipo, los que cumplieron el 100 % de las misiones ordenadas en un campo de batalla de alta peligrosidad. Operando en un expuesto ambiente de guerra, crearon técnicas de búsqueda y rescate propias, enriqueciendo la doctrina de empleo en vigencia en la Fuerza Aérea Argentina por aquellos días.

No disponían de cobertura aérea, contaban con escasa información sobre la posición de un enemigo equipado con la peor arma utilizada para derribar helicópteros, los misiles SAM (misil portátil, Superficie-Aire). Solo disponían de un inagotable ingenio, pericia, instinto de supervivencia, y sobre todo, la valentía para volar a centímetros de la turba malvinense, ocultándose detrás del cono de sombra que ofrecían las colinas y aprovechando al máximo los accidentes orográficos, así evitaron ser derribados por el enemigo durante todo el conflicto bélico, lo que es considerado una enorme hazaña por propios y ajenos, muestra de ello, es que ninguno de los helicópteros fue derribado, ni siquiera dañado, en un uso más que intensivo de cada máquina.

Datos para el asombro

En la guerra cumplieron en conjunto 338 misiones, volando 419 horas con 15 minutos. Rescataron 5 pilotos argentinos y 1 ingles, 32 efectivos entre tripulantes de la PFA y tropa del EA de la Patrullera Puerto Iguazú, 3 ROA del Puesto Biguá y 14 del GOE re infiltrados. También cumplieron un importante rol en el traslado de heridos, llevando y asistiendo abordo a 2 pilotos argentinos y 1 inglés, 15 suboficiales de la BAM Cóndor y 3 de Prefectura Naval Argentina.

Un regreso envuelto de tristeza

El 7 de junio, las tripulaciones de la pareja de Bell 212 le dijeron adiós a las queridas Islas Malvinas. Ante una situación que hacía imposible la operación de las alas rotativas, pilotos y mecánicos replegaron en un Hércules C-130 al continente. Con mucho pesar dejaban a dos héroes de metal que fueron indestructibles ante un poderoso enemigo. El H-83 y el H-85 quedaban firmemente posados y estáticos sobre la turba malvinense, como verdaderos soldados, los que dieron todo por la Patria, protagonistas de numerosas hazañas.

Por fortuna, los colosos Chinook, gracias al alcance, pudieron regresar al continente. El cruce no fue fácil. En la partida hacia Río Grande, en Tierra del Fuego, tuvieron que evadir totalmente indefensos a la flota inglesa. Lo hicieron volando al ras del agua, rosando la cresta de enormes olas, en medio de una gélida noche. Ante el insuficiente combustible interno que les permitiera llegar a destino, y sin tanques suplementarios disponibles, ya que ante la premura, los habían dejado en Darwin, el abastecimiento se hizo a puro ingenio, garra y músculo. Los mecánicos, mediante el uso de una bomba manual, no pararon de ordeñar de a uno por vez, a los 10 tambores de 200 litros alineados en dos filas dentro de la bodega de cada helicóptero, logrando un cruce memorable, “bien a lo argentino”.

Se trataba de tripulaciones con mayúsculas, las que concluían la participación en el conflicto, nada menos que salvando dos importantes helicópteros, los que luego de un merecido descanso del guerrero, pasaron a cumplir una importante función en la Antártida Argentina hasta su desactivación.

La ilustración muestra cabalmente la proeza del vuelo de regreso de los Chinook desde Malvinas al continente. Como debieron eludir a la flota inglesa y los tanques de combustible suplementarios habían quedado en Darwin, debieron ser recargados a puro músculo con una bomba manual desde tanques


La última misión desde el continente

El 13 de junio sería la despedida del vuelo operativo para los Bell 212 en la guerra por nuestras Islas Malvinas. Lo hicieron partiendo desde la BAM San Julián, provincia de Santa Cruz.

Un Douglas A-4 que habían atacado posiciones inglesas, regresaba mal herido, con una enorme pérdida de combustible, condiciones de emergencia que predecían una eyección casi segura, la que de acuerdo a la situación se llevaría a cabo sobre un mar helado, condiciones en las que un piloto puede permanecer pocos minutos en el agua con vida.

Ante esta alarmante situación, un Bell 212 despega de inmediato volando la misma navegación pero en sentido contrario al averiado Douglas A-4, acudiendo una vez más a un posible rescate, el que por fortuna no fue necesario.

El avión abastecedor junto a la Virgen de Loreto, fueron al encuentro del maltrecho A-4B. Luego de un milagroso avistaje por parte del exhausto piloto de combate, el que logra con lo justo un acople exitoso, recibiendo el necesario JP 1 que le permitió milagrosamente aterrizar salvando su vida.

Dejaron un importante legado

El escuadrón completo regresó sin pérdidas humanas ni heridos, lo hicieron con la frente bien alta a su nido en la VII Brigada Aérea. Durante toda la guerra fueron fieles cumpliendo a morir con el sabio lema que guía al Grupo Aéreo 7, “SEMPER ET UBIQUE”, “SIEMPRE Y EN TODO LUGAR”. Oficiales y suboficiales trabajando codo a codo y en equipo, demostraron con coraje y profesionalismo como se cumple el juramento de defender a la Patria a bordo de un helicóptero. Fueron, son y serán un ejemplo para las futuras generaciones de pilotos de alas rotativas de la gloriosa Fuerza Aérea Argentina.


El grito del guerrero

Luego de una complicada eyección en vuelo bajo y a gran velocidad, mal herido y con un rostro desfigurado, o al permanecer sangrando y masticando la turba malvinense. Desplazándose con dificultad en un terreno fangoso. Con el fantasma de la muerte rondando en un cuerpo fatigado y la voluntad minada. Ante la posibilidad siempre latente de ser tomado prisionero y sufrir el rigor del enemigo, el escuchar el potente sonido que retumba en un aire frio y denso, la melodía tan característica de un helicóptero que viene al rescate, es lo más deseado para un guerrero que se encuentra desesperado por continuar con vida.

Por estos héroes que durante la guerra por nuestras Islas Malvinas hicieron mucho más de lo esperado, porque se lo propusieron cumpliendo el juramento sagrado, y gracias a esa noble actitud salvaron muchas vidas, gritemos bien fuerte:

🇦🇷“VIVA LOS HELICOPTERISTAS – VIVA LA PATRIA”🇦🇷

 
 
 

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