LOS ARMEROS
- Luis Alberto Briatore

- 12 jun 2021
- 11 Min. de lectura
Planificar para luego cumplir con éxito una misión no es una tarea para nada sencilla. En primer lugar, es necesario alcanzar con anticipación el nivel de adiestramiento acorde a la tarea asignada como escuadrón aéreo. Al estar en apresto para entrar combate y en el momento de recibir la orden de atacar, es necesario disponer de un cúmulo de información relacionada al enemigo: amenazas en ruta, tipo de blanco a batir y detalles acerca del sistema integral de defensa al que debemos vulnerar.
El día indicado y a la hora señalada el material aéreo debe estar en servicio y listo para cumplir la misión, en coordinación con el resto de los sistemas de armas que intervendrán en la operación.
Efectuada una minuciosa planificación y con el material aéreo necesario, por fin logra despegar la escuadrilla junto a una sección de escolta, la que estará abocada a la cobertura defensiva en ruta de la formación.
Promediando la hora de vuelo se acercan los seis aviones al reabastecedor, los tanques se llenan a full de combustible, pues les espera un largo recorrido de navegación a bajo nivel y de regreso en altura.
Al ingresar a territorio enemigo se intensifica la cobertura defensiva, ante el riesgo de ser interceptados en cualquier momento. En un silencio de radio total, comienza el descenso evitando ingresar en el lóbulo radar del adversario.
Hábilmente y de acuerdo a lo calculado, penetran en el territorio enemigo sin ser detectados, dirigiéndose al blanco siguiendo las ondulaciones del terreno y a gran velocidad.
La sección de cazas, inicia una maniobra de diversión. Ambos aviones se abren por izquierda separándose de la fuerza principal de ataque. A unas 10 millas se elevan buscando ser detectados por el radar de vigilancia del oponente. La maniobra da sus frutos y la caza interceptora enemiga va hacia ellos. El sistema de defensa focaliza su atención hacia un cuadrante distinto al del ataque, favoreciendo la supervivencia y efectividad en la destrucción de los objetivos asignados a los cazas bombarderos.
Volando como señuelos, la escolta trasformada en atacantes falsos, en poco tiempo se cruzarán cabina con cabina con un par de agresores. A la vista de la amenaza en el radar multimodo de nuestros aviones, estos eyectan tanques mejorando la performance para lo que se viene. Al intentar dejar libre sus alas para entrar en combate cerrado, al Líder le falla el dispositivo de expulsión del tanque derecho. La asimetría aerodinámica lo condena a ser derribado. El Numeral con las alas limpias logra colocarse en posición de ventaja y con el bandido en rango de derribo misil, al momento de ser lanzados estos fallan, obligando a un escape desesperado.
Mientras esto sucede, la escuadrilla sigue avanzando pegada al piso. En cercanías del blanco, mediante la utilización oportuna de contramedidas electrónicas logra dejar ciegos a los radares de adquisición de la letal artillería antiaérea neutralizándola por completo.
Los cuatro jets portando una bomba con guiado autónomo de 1000 libras en la estación ventral y formando en línea, se preparan a destruir un grupo de depósitos de munición y pertrechos vitales para adversario.
Antes de elevarse para un bombardeo en altura, se topan con un grupo de blindados que hacen fuego con munición trazante sobre ellos. A la vista de la amenaza, sin cambiar el rumbo de ataque repelen el ataque con munición explosiva incendiaria. Al presionar la cola del disparador, al N°1 y N°4 se le traban los cañones, mientras los dos restantes hacen estragos sobre vehículos que se cruzan a su frente.
Superado el escollo, unos segundos más tarde las flechas supersónicas se elevan y con los blancos traqueados ajustan la trayectoria para atacar un grupo barracas camufladas sobre un terreno desértico y montañoso.
Enganchado el objetivo en el dispositivo de puntería, los cuatro pilotos de combate casi en simultáneo, presionan el disparador.
Al N°3 no le sale la bomba, al N°2 y al N°4 cuando las bombas impactan en el blanco la espoleta no se arma correctamente atravesando el blanco sin causar daño alguno. Solo el N°1 logra impactar en el centro del blanco elegido destruyendo un depósito por completo.
Luego de un accidentado escape y en casi 40 minutos de vuelo, separadamente logran localizar al reabastecedor y recibir el necesario combustible que les permita llegar a casa.
El alto mando recibe malas noticias, un caza interceptor y un bombardero derribado, ambos pilotos fallecidos.
En el ataque al sistema de objetivos no se logró el efecto deseado, solo una bomba impactó en el blanco.
Como podrán apreciar, podemos prepararnos de la mejor manera posible, contar con aviones con la última tecnología, pero si el armamento y los dispositivos pirotécnicos no funcionan correctamente, un inmenso esfuerzo es desperdiciado con consecuencias totalmente nefastas.
Condenados a no fallar
La presentación de un caso hipotético y algo exagerado, el que puede llegar suceder si no contamos con personal idóneo, preparado y concientizado de su papel preponderante en el resultado de la guerra, pone en evidencia la verdadera importancia de una especialidad muy particular, Armamento Aéreo. Nos estamos refiriendo a los llamados habitualmente como “Los Armeros”.
Forman parte de una gran familia, la de los incondicionales “Mecánicos o Magos del overol azul”. A este subgrupo se lo puede considerar como unos distintos, ¡en el buen sentido de la palabra!
Pasan gran parte del tiempo moviendo diferentes cargas de un lugar al otro. Tubos cañones, chasis de cañones, espoletas, bombas, misiles, lanzadores de todo tipo, cajas de munición, contenedores de armamento, cartuchos de asiento eyectable y tanques eyectables, fusiles, pistolas, detonadores, cargas explosivas para voladuras, herramientas, carros porta bombas y muchos elementos más.
En estos movimientos de material, existe un factor común, nada es liviano y todo se manipula siguiendo estrictas normas de seguridad.
Como si esto fuera poco, una de las tareas relevantes y más peligrosas a su cargo, es la verificación y mantenimiento del armamento almacenado en los polvorines. Depósitos especialmente adaptados para la estiba de explosivos y munición de alta sensibilidad, los que requieren para su manejo y almacenamiento tomar una serie de recaudos.
A lo largo del año y de manera silenciosa, sin que nadie lo note, van preparando día a día los distintos ítems que posibilitan cumplir las campañas de tiro programadas.
Por las características, cantidad y dimensiones del material que manipulan, necesitan para trabajar espacios amplios y seguros, preferentemente alejados de otras especialidades.
Se los puede considerar un capítulo aparte dentro del esquema dedicado al mantenimiento y apoyo al vuelo.
Poseedores de una idiosincrasia y hábitos propios, ni mejores y tampoco peores con respecto al resto del personal de overol azul, los podemos catalogar como unos diferentes.
Al convivir con el mundo de los explosivos, formar aparte de este singular club, exige el estricto respeto de las normas y medidas de precaución, las que siguen y hacen cumplir a raja tabla a propios y ajenos.
Cuando un avión está en plataforma afectado a una campaña de tiro, la manera de distinguir a estos forjados hombres y mujeres, es por un vistoso chaleco rojo y una gorra del mismo color que lucen con orgullo.
Donde se encuentra un avión artillado, sin excepción, y por seguridad, establecen un cerco o vallado perimetral, prohibiendo acercarse a las aeronaves artilladas, portando armamento de guerra.
En la cabecera
Antes de despegar, son últimos camaradas que llegamos a mirar a los ojos, previo a lanzarnos al aire.
Parados firme a un costado de cada cabina, con la vista fija puesta en el piloto, nos indican mediante una seña que pongamos las manos arriba y a la vista. Esta es la manera de asegurar no tocar nada que los pueda poner en peligro mientras se encuentren debajo del avión haciendo su trabajo. En ese preciso momento se zambullen bajo el fuselaje. Desaparecen como por arte de magia a cumplir su vital tarea, dejar el avión armado y listo para tirar.
Aunque no los vemos, sabemos que bajo nuestros pies están moviendo bien rápido las manos, armando los cañones, sacando los pines de seguridad de las bombas o de los misiles de guerra.
Ansiosos por que aparezcan, de repente los vemos con los pines de seguridad recién quitados levantándolos en sus manos, prueba cabal de haber cumplido con eficiencia con su tarea, habilitar al avión para cumplir la misión con éxito.
Juntando los tacos y con el pulgar en alto nos indican que su trabajo ha terminado, y con una enérgica venia nos despiden con un ¡Hasta la vuelta!
Disfrutamos al verlos trabajar
Una vez que se detiene el motor, es un espectáculo observarlos en acción. Rodean al avión y distribuidos en diferentes tareas en un espacio de tiempo reducido lo recuperan posibilitando una nueva salida.
Suben bombas, suben misiles a los lanzadores, cargan los cañones con la máxima cantidad de munición, colocan alambres de frenado en las bombas, encastran espoletas con sus respectivos pines de seguridad, comprueban circuitos eléctricos del sistema de armamento, etc.
Ansiosos, inquietos y totalmente compenetrados en la operación, ellos vuelcan su esfuerzo hacia una idea fija, que en ese vuelo logremos batir el blanco.
Podemos simbolizar el desempeño de este importante eslabón operativo, con una corta y contundente frase, la que les cae como anillo al dedo: “deseo de satisfacer”.
Los pilotos de combate respetamos y apreciamos a todas la especialidades por igual, porque forman parte de ese gran equipo llamado Fuerza Aérea Argentina, donde abundan los excelentes profesionales, pero al ver trabajar a un armero metiendo mano a lo que sea y como sea, permitiendo disponer rápidamente de un avión más, nos produce un agradable sensación difícil de describir.
Extasiados, palpamos de manera cruda y sincera, unas tremendas ganas de cumplir con el deber, en un acto donde se entreveran responsabilidad y riesgo al mismo tiempo, haciéndonos sentir como unos verdaderos privilegiados.
Ellos también tuvieron su bautismo en la guerra
A lo largo de la guerra por nuestras Islas Malvinas, los armeros cumplieron un destacado papel. El armamento de dotación no era el adecuado para atacar objetivos navales. A lo argentino, buscándole la vuelta, gracias a la inteligencia, ayudados por creatividad que nos caracteriza y con una férrea perseverancia, una porción del éxito en las diferentes misiones les pertenece a ellos.
En el fragor del combate, fueron detectadas diferentes falencias en el material, propias de estar cumpliendo una misión para la que no estábamos preparados ni equipados. A pura garra e ingenio, buscaron soluciones a los diferentes problemas que se iban presentando, lo hacían utilizando diferentes artilugios impensados, los que resolvieron infinidad inconvenientes surgidos sobre la marcha. Estos hechos, reafirman la heroica labor de esta especialidad, como todas la que tuvieron a cargo el mantenimiento de nuestros batalladores aviones de combate.
Suboficial Principal (RE) Pedro Prudencio Miranda, “El Armero Héroe” de la VI Brigada
En este corto pero encarnizado conflicto bélico, hubo personal de mantenimiento desplegado en la isla, pero el mayor número prestaba apoyo desde las bases continentales. Junto a su fiel compañero, el avión de combate y en silencio, fueron protagonistas de diferentes hazañas, muchas mantenidas en el anonimato.
Mecánicos, armeros y personal de apoyo sin distinción de jerarquías ni especialidad, dieron sobradas muestras de valor al servicio de la Patria, protagonizando actos considerados heroicos.
Un caso no muy conocido para los ajenos a la institución, fueron los protagonizados por el Suboficial Principal (RE) Pedro Prudencio Miranda, Encargado de Armamento de los M-5 Dagger, perteneciente a la VI Brigada Aérea.
Por aquellos días, participó en tres hechos de enorme trascendencia e importancia durante el transcurso del conflicto, lo hizo como Mecánico Armero del grupo de guerreros denominado “Las Avutardas Salvajes”.
1. El primero de ellos sucedió cuando una escuadrilla de tres A-4B de la FAA atacara por equivocación el 1° de Mayo al buque argentino ELMA Formosa, episodio donde por fortuna no hubo que lamentar víctimas.
Una bomba de 250 kilos perforo el casco, quedando alojada en la bodega sin explotar. De alguna manera había que desactivarla. El Suboficial Miranda desplegado en el continente, se ofrece como voluntario para inspeccionarla y desactivarla. Hecho que se concretaría mientras la tripulación del buque permanecía a bordo sin intensiones de abandonarlo.
Con arrojo y valentía, en una tarea solo para elegidos, en la que intentándolo murieron también valerosos militares ingleses, logra retirar con éxito los restos de la espoleta de la mencionada bomba, dispositivo encargado de detonarla. Acción, no solo salvadora de vidas, sino también, del buque argentino.
2. El segundo episodio sucedió en la Base Aeronaval de Rio Grande. El 23 de mayo un A4-Q (3-A-306) de la Aviación Naval piloteado por el Capitán de Corbeta Carlos María Zubizarreta regresa a la base por un desperfecto técnico, portando cuatro bombas de guerra. En el aterrizaje revienta cubiertas y ante una situación de desesperación por estar artillado, libera las bombas sobre la pista para luego eyectarse. Acción en la que lamentablemente pierde la vida al no abrirse el paracaídas del sistema de eyección.
Nuevamente, en otro acto heroico Miranda desactiva con éxito y en oportunidad la totalidad de las espoletas. Acto seguido, personal de la Armada despeja la pista a tiempo para que puedan aterrizar unos M-5 Dagger que regresaban de una misión con mínimo combustible.
3. El último acto del servicio donde sobresale nuevamente, evidenciando una inagotable valentía, tendría lugar en la Base San Julián.
El 13 de junio, durante la preparación para una salida del Dagger matrícula C-418, su piloto arma accidentalmente la bomba que portaba en la estación ventral. Como no podía ser de otra manera, enterado del hecho, Miranda acude al lugar de inmediato. Agazapado debajo de las alas del delta, logra retirar velozmente la espoleta, evitando una vez más una situación de extremo peligro, agravada por la proximidad con diferentes factores de riesgo: aviones artillados con sus respetivos pilotos listos para salir, personal de diferentes especialidades en los alrededores, depósitos de combustible con JP1 y la cercanía de un polvorín de campaña.
Un justo reconocimiento
Por mérito propio ante los reiterados actos de coraje y valentía, el Suboficial Principal Pedro Miranda, fue condecorado con la “Cruz La Nación Argentina al Heroico Valor en Combate”, máxima distinción militar que otorga nuestro país.
Los Armeros mártires de Pucará
Si hay algo que no debemos permitir como argentinos, es olvidar a los que murieron por defender a la Patria.
Los ingleses estaban decididos a destruir a una de sus principales amenazas en la isla, nuestro orgullo nacional, los IA-58 Pucará.
El 10 de mayo de 1982, el hostigamiento a las tropas argentinas había comenzado desde la madrugada, con ataques a la BAM Malvinas buscando destruir pista y aviones. Los integrantes de la BAM Cóndor percibían que los próximos blancos serian ellos.
La dotación completa de la Base había trabajado duro en medio de la difícil turba, logrando que los Pucará estuvieran listos para despegar con su carga de combustible, cañones y bombas completa.
Cuando el reloj marcaba las 08:23 se escucha el sonido de una escuadrilla de Harrier en vuelo rasante ¡y de repente sucede lo peor!
Bombas del enemigo invasor caen entre aviones y la primera línea de mantenimiento ubicada en tiendas de campaña.
Una de las bombas barre a una de las carpas donde se encontraba el personal de armamento, y al mismo tiempo una beluga alcanzaba partiendo en dos al A-527 con su piloto dentro de la cabina y alcanzando a un grupo de mecánicos y armeros que lo asistían antes de despegar. El ataque diezma la capacidad del Grupo Técnico 3, en el que pierden la vida siete suboficiales y nueve resultan heridos, quedando con vida un solo mecánico armero. Pero en honor a ellos siguieron luchando, y con una fuerza espiritual enorme, la que impulso a los sobrevivientes mediante actos heroicos a salvarle la vida a los muchos que quedaron mal heridos.
Luego de la evacuación de los heridos en un helicóptero Chinook, los que quedaron con vida, colaboraron para cubrir las bajas, permitiendo que la base pudiera seguir operando y así recuperar el material aéreo en condiciones de seguir volando, dando muestras una vez más de que estaban hechos nuestros valientes hombres.
Murieron por Dios y por la Patria
1° Ten (PM) Daniel Antonio Jukic
S. Aux (PM) Juan Antonio Rodriguez
S. Aux (PM) Mario Duarte
CP (PM) José Alberto Maldonado
CP (PM) Agustín Hugo Montaño
CP (PM) Andres Luis Brashich
CP (PM) Miguel Angel Carrizo
CP (PM) José Luis Peralta Tejada
La demostración de amor a la Patria evidenciado por el personal que opero tanto en las Islas Malvinas como en las bases continentales, en un trabajo silencioso, y a la vez efectivo, operando normalmente a la intemperie y en condiciones meteorológicas extremadamente rigurosas, permitió que un gran equipo llamado Fuerza Aérea Argentina, se luciera ante los ojos del mundo entero. Entrega incondicional, que dio la exacta respuesta al gran interrogante que circulaba por los cielos del planeta en aquellos días: ¿Como con tan poco pudieron hacer tanto?
“VIVA LA PATRIA”






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