🇦🇷OBLIGADO RITO ANTE UNA EYECCIÓN EXITOSA🇦🇷
- Luis Alberto Briatore
- 13 ago 2022
- 8 Min. de lectura
Hace un tiempo leí una sabía frase, aplicable al día a día, la que decía: “Siempre hay que encontrar el tiempo para agradecer a las personas que hacen una diferencia en nuestras vidas”.
El retribuir lo recibido lo podemos plasmar por diferentes caminos: mediante un rezo, dando un fuerte apretón de manos, giñando amigablemente un ojo, sorprendiendo a ese ser que quiero con un lindo regalo, uniéndonos en un fuerte y afectuoso abrazo de oso, y de muchas otras lindas maneras más. Lo primordial, es tener una atención, darle una caricia al alma del prójimo, a esa buena persona, me estoy refiriendo a un recomendable gesto, el de dar las gracias a todos los que permiten disfrutar esta hermosa vida.
Los que no se ven pero siempre están
Sin que muchos lo sepan, mientras un avión surca los cielos de la Patria, una multitud de seres, en silencio, trabajan por convencimiento, sin recibir una orden que los obligue a hacerlo. Se trata de individuos extremadamente responsables, conscientes que de su importante labor, dependen muchas vidas.
En la rutina de un piloto de caza, al acomodar nuestro cuerpo en la cabina de un avión de combate, sin percatarnos de ello, muchos camaradas desde sus puestos de trabajo nos están cuidando y apoyando para que podamos cumplir con éxito el objetivo asignado.
Generalmente, luego de acontecer algo terrible, o sobrevivir a una tragedia, una fuerte cachetada nos arranca con fuerza de un profundo letargo. Este llamado de atención nos hace reaccionar de inmediato. De repente, surge instintivamente un potente fenómeno el que nos moviliza, al que llamamos comúnmente “reflexión”.
Consumado el hecho y mediante una obligada meditación, tomamos verdadera conciencia y dimensión de lo importante que es trabajar en equipo. Comprendemos que nunca estamos solos dentro de ese pequeño habitáculo.
Para cualquier tipo de organización, el capital más preciado es el humano. Tesoro que con frecuencia desestimamos, y hasta despreciamos sin justificación alguna. Es algo que no se puede comprar y lleva años de dedicación el poder formarlo, para luego disfrutarlo. Estilo de trabajo en el que se logran resultados asombrosos, como lo fue Malvinas.
En esta oportunidad, nos estamos refiriendo y ponemos en valor a todo el personal que integra a la gloriosa Fuerza Aérea Argentina.
Como es habitual para cualquier ser humano, hasta que sucede algo de alto impacto en nuestras vidas, no llegamos a tener una verdadera dimensión de en qué lugar estamos realmente parados.
¡Resulta muy agradable introducirnos en un cockpit, y poder disfrutar las virtudes de una potente máquina que nos catapulta hacia un mundo de alucinantes sensaciones, surcando un cielo de dimensiones infinitas!
Mientras nos encontramos en un estado de máxima concentración y cumplimos paso con la exactitud que exige un vuelo, no alcanzamos a dimensionar la larguísima hilera de camaradas que empujan simbólicamente a ese avión, hasta que finalmente alcanza con éxito el objetivo.
Ritos relacionados a la eyección
Para que esté oneroso, sofisticado y salvador asiento funcione a la perfección, cada componente es rigurosamente controlado por un grupo de excelentes profesionales, a los que llamamos en nuestra jerga “Mecánicos”. Son los encargados de mantener esta máquina de salvar vidas en perfectas condiciones de funcionamiento. A este grupo de profesionales, los podemos encontrar trabajando en dos lugares, la Sección llamada “Asientos Eyectables” y todo lo relacionado al sistema de propulsión o pirotécnico, lo hacen en el “Taller de Armamento”.
Ellos son los que con gran dedicación y acciones meticulosas, mantienen en servicio los muchos componentes del complejo y delicado asiento eyectable, para que en el caso tenga que ser utilizado, todo funcione a la perfección ¡Unos verdaderos genios!
Luego de una eyección exitosa, como debe ser, le sigue una sana y legendaria costumbre.
En los primeros días de una nueva vida, el sobreviviente y reciente usuario del sofisticado dispositivo salvador, ya recuperado, el mismo día que vuelve a la actividad rutinaria, lo debe hacer munido de varias botellas de champagne. Al llegar a la base, lo primero que hace es visitar el Grupo Técnico, lugar donde trabajan los artífices de su salvación.
Una vez cara a cara con los especialistas en asientos eyectables, sin papel en mano, llega el momento de pronunciar unas palabras de agradecimiento. En medio de una sentida emoción, solo surgen frases sinceras, llenas de sentimientos encontrados dictadas por el corazón.
Acto seguido, luego del típico sonido del descorche, llega el brindis con cada uno de estos tremendos profesionales que contribuyeron a preservar la vida del piloto. En primer lugar, comenzamos con el Inspector y Encargado del servicio, llegando hasta el mecánico más joven. Reconocimiento íntimo y sentido, en el que no hacen falta lujos para concretar este corto e importante festejo con sabor a reconocimiento. Un simple cacharro de aluminio sirve para brindar, lo importante es plasmar un gesto de eterno agradecimiento hacia ellos, unos verdaderos incondicionales para todos nosotros, los pilotos de combate.
Como broche final, le sigue el relato de la historia completa, la que es expresada en primera persona y con lujo de detalles.
Se trata de un momento único. Los expertos en cada componente, evacuan todo tipo de dudas, lo hacen mediante interesantes preguntas, las que guardaron especialmente para un momento como este. Pocas veces sucede este tipo de acontecimiento y es la oportunidad propicia para sacarse todas las dudas.
Finalizada la visita, el piloto se despide con un saludo de sincera gratitud, donde los apretones de mano son más fuertes que nunca. De allí en más, comienza una extensa gira, visitando al resto de las especialidades dedicadas al mantenimiento, sin olvidar ninguna.
Dijeron presente en Malvinas
No puedo dejar de mencionar lo sucedido hace más de cuatro décadas, para distinguir lo que se merecen estos hombres a cargo del mantenimiento de los asientos eyectables, por su trascendente y poco conocida participación en la historia militar aeronáutica argentina.
Durante la guerra por la recuperación de nuestras Islas Malvinas, varios Mirage fueron derribados. Los pilotos de combate al mando de estas nobles maquinas, se vieron obligados a jugar la última carta que tenían. Al momento de utilizar el asiento eyectable, todos sin excepción, volaban en condiciones extremas, difíciles de poder imaginar que pudieran salir vivos.
Muchos, al momento de haber sido impactados por un misil y accionar de inmediato la manija amarilla y negra salvadora, lo hicieron en actitudes totalmente descontroladas. Volaban al ras del terreno o del agua. Algunos en viraje y casi invertidos, con una velocidad superior a los 900 km/h, lo hacían a muy baja temperatura en un aire de impacto altamente denso, el que encontraba a un cuerpo indefenso en un estado de inconciencia.
En todos los casos, disponían de un tiempo escaso para la toma de una apresurada decisión, la de “eyectarse”. Lo hacían en medio de una situación de descontrol de la aeronave impactada por un misil, ubicados dentro de una pequeña cabina con limitación de movimiento.
En el momento que estos patriotas alados necesitaron más la ayuda de este vital componente, en un desesperado intento por seguir con vida, volando en los límites de operación establecidos para el asiento eyectable por el fabricante, todos sin excepción, funcionaron a la perfección. Ninguno acusó falla alguna, y lo más relevante, este ingenioso dispositivo evitó daños corporales de consideración en esos valientes pilotos de combate.
El resultado no fue casual, se logró a través de un trabajo en equipo. Por un lado Martin Baker, fabricante de muchos y exitosos asientos eyectables, salvadores de infinidad de vidas alrededor del planeta, pero también, mucho tuvo que ver en este exitoso desenlace, el impecable mantenimiento a cargo de un orgullo institucional, nuestros excelentes “mecánicos”. Ellos en silencio y solo trabajando con responsabilidad y profesionalismo, demostraron cumplir con creces para lo que estaban preparados, reflejo de ello, es la notable efectividad, la que persistió durante la paz, hasta el momento en donde fue desactivado el Sistema de Armas Mirage, en el año 2015.
El fabricante dice presente
Superado este inolvidable suceso, y pasado unos meses, ocurre algo digno de mencionar para un eyectado. El fabricante del asiento eyectable, en este caso “Martin Baker”, por intermedio del representante técnico, envía una serie de presentes. En primer lugar un hermoso diploma, el que textualmente que expresa:
“Martin-Baker Tie Club, el que certifica el éxito de la eyección en un avión Mirage usando el asiento Modelo RM4 recibiendo el número de miembro 4746 del Matin-Baker Tie Club”.
Por fortuna, para obtener una membrecía en este club tan selecto, no fue necesaria erogación alguna, ya que la cuota fue pagada de por vida, con el suficiente sufrimiento y abundante cantidad de adrenalina, la que fue derramada durante el desenlace de la emergencia en vuelo, donde el asiento fue utilizado.
Luego de recibir esta grata sorpresa, el diploma automáticamente pasa a formar parte de la colección exclusiva de trofeos aeronáuticos que guardamos los cazadores.
¡Pero esto por fortuna no termina aquí! Dentro del combo de regalos, la entrega incluye también la tradicional corbata con el logo del fabricante, junto al respectivo pin, el que lleva gravado un dibujo del asiento eyectable.
Esta carrera que abrazamos con tanto amor, dedicación y honor, es un verdadero “estilo de vida”, en el que damos testimonio en todo momento de un profundo convencimiento por defender a la Patria. Saboreamos y disfrutamos de una manera especial de distintos acontecimientos como este, los que trascienden en el tiempo, los que refuerzan el espíritu guerrero y a la vez, hacen más vigorosa a la querida y gloriosa Fuerza Aérea Argentina.
Como habrán podido apreciar, los que surcamos el cielo, nunca estamos solos. Lo positivo es que mientras cumplimos con la misión, lo hacemos junto a una muy buena compañía, a nuestro lado se encuentran hombres y mujeres con los que compartimos un mismo objetivo, un mismo sentimiento, el de defender a la Patria.
Para nosotros, los pilotos, en esos momentos difíciles, cuando estamos lejos de nuestra base, navegando a gran velocidad en dirección al objetivo, inmersos en un espeso manto de nubes, viendo apenas al “guía”, o en una misión real, cuando nos domina el temor de perder la vida, y nos invade la triste posibilidad de no ver nunca más a los que más queremos; repito, en esos difíciles momentos y en algunos más, debemos contar con el apoyo alentador de nuestro equipo.
Como cierre a este destacado tema, citaré una historia íntimamente relacionada a la temática abordada. Se trata de un hecho anecdótico, el que fue protagonizado por un piloto bombardero que participó en la Guerra de Vietnam, llamado Charles Plumb.
Después de participar en muchas peligrosas misiones, el avión que tripulaba fue derribado por un misil. El capitán se lanzó en paracaídas, fue capturado y pasó seis años en una prisión norvietnamita.
A su regreso a EEUU, daba conferencias en distintos lugares relatando su odisea, y las diferentes experiencias necesarias para sobrevivir luego de permanecer tanto tiempo en prisión. Hasta que un día, sentado en un restaurante, un hombre se le acercó, lo saludó y le preguntó:
Hola, ¿es usted Charles Plumb? Era piloto en Vietnam y lo derribaron, ¿verdad?
Y usted, ¿cómo sabe eso?—le respondió Plumb.
Porque yo empacaba su paracaídas. Parece que le funcionó bien, ¿verdad?
Plumb casi se ahogó con tremenda sorpresa y, con mucha gratitud, le respondió:
¡Claro que funcionó! Si no hubiera funcionado, hoy yo no estaría aquí hablando contigo.
Esa misma noche, en soledad, reposando en su cama, Plumb no pudo pegar un ojo en esa larga noche, se la pasó meditando:
Se preguntaba una y otra vez: "¿Cuántas veces habré visto en el portaviones a ese hombre y nunca le dije buenos días? Yo era un arrogante piloto y él era un humilde marinero.”
Pensó también en las horas en las que ese marinero pasó en las entrañas del barco enrollando los hilos de seda de cada paracaídas, teniendo en sus manos la vida de alguien que no conocía.
Luego de esta experiencia de alto impacto emocional, ahora, Plumb comienza sus conferencias preguntándole a su audiencia:
“¿QUIÉN EMPACÓ HOY TU PARACAÍDAS?”
Cuando logramos alcanzar el objetivo con éxito, muchos fueron los que trabajaron para que podamos llegar a lograrlo.
Uno necesita muchos paracaídas en el día: uno físico, uno emocional, uno mental y uno espiritual.
A veces, en los desafíos que la vida nos lanza a diario, perdemos de vista lo que es verdaderamente importante y a las personas que nos salvan en el momento oportuno sin que se lo pidamos.
Dejamos de saludar, de dar las gracias, de felicitar a alguien, o aunque sea, de decir algo amable sólo porque se nos ocurre en una actitud de total egoísmo.
Hoy, esta semana, este año, cada día, haz un esfuerzo y trata de darte cuenta quién empaca tu paracaídas, y agradécelo.
Aunque no tengas nada importante qué decir, envía este mensaje a quien o a quienes alguna vez lo hicieron.
Las personas notarán ese gesto, y te lo devolverán, empacando tu paracaídas con ese mismo afecto.
Todos necesitamos de todos, por eso demuéstrales tu gratitud.
“GRACIAS POR EMPACAR MI PARACAÍDAS”
Charles Plumb
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