ORIGENES DEL COMBATE AIRE-AIRE
- Luis Alberto Briatore

- 13 mar 2021
- 7 Min. de lectura
Para los afortunados que tuvimos la oportunidad de especializarnos en combate aéreo, practicándolo en distintos escenarios y dominando un avión de caza que se revuelca sobre los tres ejes con soltura, poder disfrutar de una disputa entre caballeros del aire en un ringside sin límites, no tiene precio. El vuelo es, en la vida de un cazador, lo que nos da más satisfacciones.
Si la palabra “arte”, en una de sus tantas acepciones, indica la capacidad o habilidad para hacer algo con excelencia y pericia, considero sin dudarlo, que un piloto de combate que domina la destreza de pelear contra un adversario hostil realiza su acción con verdadero arte.
El combate cerrado se desarrolla en un ámbito acotado con trayectorias que se entreveran luego de un cruce cabina con cabina. Podemos imaginar el desarrollo de esta dura contienda dentro de una gran burbuja de aire, y lo curioso es que no tiene límites, se trata de una riña que se puede trasladar a cualquier parte del espacio, a elección de los oponentes.
En esta apasionante contienda, el piloto, como buen artista, cuando toma la iniciativa, dibuja distintas trayectorias (en muchos casos, impredecibles para el intrigado adversario), basadas en principio, en el conocimiento de lo que se debe hacer, y la creatividad directamente aplicada al uso de los comandos de vuelo. De esta manera, busca el cómo se puede hacer con originalidad.
En este mundo tan particular, existen un gran número de trucos y secretos adquiridos a través del tiempo, acompañados de la madurez que nos brinda la experiencia. Estos conocimientos, decisivos en una contienda, son los que inclinan la balanza hacia la gloria o la derrota; hacia la vida o la muerte.
Sobran los motivos para que los más viejos no se guarden nada y les enseñen en detalle, con mucha dedicación y paciencia, a esos jóvenes que en un futuro próximo estarán pegados a nuestra ala para cumplir juntos una misión.
Estas líneas son parte de una humilde opinión personal. Expresan, de manera muy sencilla, cómo combatir “aire-aire”. Son palabras que provienen de un piloto que, por un tiempo prolongado, tuvo la gran posibilidad de operar como “caza interceptor”.
No puedo negar que la fortuna estuvo de mi lado. Pude aprovechar el tesoro más grande que un piloto argentino puede anhelar, el honor de haber aprendido de los verdaderos guerreros del aire, los mismos que combatieron con fiereza en el Atlántico Sur, enfrentando a un enemigo infinitamente superior. Ellos los pusieron de rodillas y llevaron adelante acciones heroicas. ¡Esos fueron mis mejores maestros!
Lo expresado sólo tiene como objetivo dar un punto de vista sobre un tema que despierta interés a muchos admiradores de la aviación de combate. Líneas dirigidas hacia aquellos que sienten una marcada curiosidad sobre la manera en que un piloto de caza opera un avión de alta performance; además de interiorizarse acerca de los distintos detalles que acompañan una vida diferente, la que mantiene la vista clavada sólo hacia un lugar: la celeste y blanca.
Con respecto al vocabulario y las distintas explicaciones, serán expresadas de manera sencilla y en un léxico entendible, porque son dirigidas al apasionado de este tipo de vuelo, y no a los camaradas expertos pilotos con experiencia en combate aéreo, quienes seguramente, exigen otra clase de tecnicismo y detalles.
Los que acumulan años soportando muchas fuerzas “G” al revolcarse en el aire pueden expresar con autoridad un punto de vista acerca del “Dogfight”, que traducido literalmente del inglés significa: “pelea de perros”, y que en un texto traducido con interpretación técnica significa: “combate cercano” o “combate aéreo cerrado”.
Para ponerlos más en foco sobre el tema, podemos agregar que en este tipo de enfrentamiento entre aviones sobresale el espíritu guerrero. Vigor que se basa, fundamentalmente, en la persistencia e incansable búsqueda de la ventaja sobre el rival, con la sola finalidad de abatirlo o dejarlo fuera de combate.
Lograr un derribo no es nada fácil. La tarea es ardua, y para ello se utilizan ingeniosas maniobras de combate aéreo, pergeñadas en las primeras batallas de ese tipo, protagonizadas por los pilotos pioneros de la Primera Guerra Mundial. Estas figuras han sido perfeccionadas y adaptadas en el tiempo a la constante evolución tecnológica de los aviones de combate, abarcando performances, equipamiento, radares, contramedidas activas o pasivas, y al armamento, entre muchos otros componentes.
Los precursores
Para bucear en los orígenes de esta fascinante contienda, nos debemos introducir de lleno en la historia del combate aéreo. Los alemanes, franceses e ingleses, sin tácticas ni reglas, comenzaron a enfrentarse en el aire empleando aviones como la nueva arma letal. Éstos fueron los primeros esbozos en la búsqueda de una superioridad aérea. Se trataba de un nuevo hito, el de luchar en un medio nunca antes empleado. Este hecho es el que nos permite visualizar en retrospectiva la permanente evolución de la aeronáutica hasta nuestros días.
Por aquellos tiempos de gloria, se trataba de luchas entre aviones de diferentes bandos, donde existía un tácito código de honor. Una confrontación similar a la llevada a cabo, siglos atrás, por los recordados caballeros medievales. Esta vez, tuvo lugar un escenario distinto, nunca antes explorado. Las armas eran totalmente diferentes, aunque la esencia permanecía intacta: idéntico espíritu, valores calcados y un enorme respeto por el aviador enemigo. Aunque nos sorprenda, aquellos que perdían la vida en combate eran sepultados por el adversario con los máximos honores. Sin duda, otras épocas.
Durante la Segunda Guerra Mundial, el combate aéreo dejó de ser una sucesión de figuras acrobáticas coordinadas, para cambiar por los ataques a gran velocidad, mientras se disparaba para luego ascender, y se buscaba la energía necesaria que garantizara la continuidad del combate.
Por esos tiempos, la efectividad del armamento comenzó a tener un mayor peso específico. Los vuelos dejaron de ser individuales y pasaron a la modalidad tan utilizada por las aves migratorias: “en bandadas o en formaciones”, las que brindaban poder de fuego y defensa al mismo tiempo.
En la actualidad, los pilotos siguen empleando las mismas tácticas, con la diferencia de que éstas fueron adaptadas a la permanente evolución tecnológica, tanto en el equipamiento como en el armamento.
Hoy en día, el piloto de caza dispone de una permanente actualización del panorama en tiempo real; además de una notable mejora en la performance de estas máquinas voladoras empleadas para la guerra. Eso sí, el alma del combate aéreo se ha mantenido intacta, aunque con diferencias de matices.
La tecnología ha posibilitado que un piloto pueda dispararle un misil a gran distancia a un avión enemigo; lo que se conoce como: “combate más allá del alcance visual”. Éste es un escenario con cambios significativos. El combate aéreo tradicional, disfrutado por mucho tiempo, es hoy añorado, casi considerado “romántico”.
Para los amantes del Dogfight, que son muchos, la buena noticia es que el combate cerrado sigue vivo aún.
En un ambiente Multibogey, combate donde participan gran cantidad de aviones por ambos bandos, cuando las ventajas de lanzamiento y detección a larga distancia son neutralizadas por medios electrónicos o de otra naturaleza, se niega de manera directa, entrar en un combate cercano.
Al combate cerrado se llega, en el caso de achicarse las distancias entre oponentes, intencional o accidentalmente, pasando a una situación distinta, donde el buen uso de la tecnología en combinación con la pericia y la astucia del piloto son las que deciden el duelo.
La diferencia principal entre las primeras expresiones de este arte y el combate aéreo actual radica en las escasas ocasiones a las que se llega al Dogfight. Y cuando éste tiene lugar, no es sin antes superar varias fases; evidencia de la extrema complejidad del combate aéreo por estos días, donde prima el buen uso de la tecnología sobre la muñeca que mueve, con suma eficiencia, la palanca de comandos.
Introduciéndonos de a poco en la temática que les interesa, cuando hablamos de combate aéreo cerrado, aparece en nuestra mente asociativa, la tan conocida película TOP GUN. Entonces, imaginamos pilotos con una musculatura marcada por el rigor del gimnasio, los más guapos, rebeldes por naturaleza, seres sobrenaturales que mediante piruetas increíbles salen victoriosos de cualquier combate. Tal es el arquetipo que nos muestra el film. Lamentablemente, les tengo que dar la mala noticia de que nada es así en la realidad. Somos personas iguales a ustedes, formadas y entrenadas para cumplir un juramento, con apariencias, virtudes y defectos, similares al común de la gente.
El combate aéreo cercano y visual es la forma de volar más hermosa y romántica para un aguerrido cazador, quien emplea y aprovecha todos los conocimientos, experiencia y dominio sobre la performance del avión. Es ese profesional que busca la victoria sobre su oponente. Podemos afirmar que es casi una competencia, con un costo demasiado elevado, donde entra en juego la vida misma.
Es importante recalcar, haciendo énfasis en una visión más realista, que en la lucha por el aeroespacio se trata, por todos los medios, de negar la entrada a combate cerrado, excepto en una situación de ventaja, donde se neutralizan las capacidades del enemigo, dejándolo ciego, sordo y mudo, privilegio que sólo pueden darse las potencias del primer orden o las fuerzas multinacionales.
Negarse a combatir, como muchos piensan, no significa falta de valentía; muy por el contrario, es inteligencia en su máxima expresión. Lo importante en estos casos es evitar perder un oneroso y potente avión. Y, lo más valioso, un irremplazable “fighter” o “cazador”, especialista en el arte del combate aéreo.
¿Cuál es el paradigma del piloto de caza?
La contestación a esta interesante pregunta nos permite comprender en profundidad la esencia, el comportamiento y el “deber ser” del piloto de caza. Para ello, vemos necesario dirigir la mirada hacia las virtudes de aquellos cazadores precursores en este arte:
- Frío, calculador, astuto, paciente. El ejemplo más apropiado es el histórico del combate aéreo, Manfred Von Richthofen. El legendario “Barón Rojo”, quien buscaba con astucia a la presa, se descolgaba desde la mejor posición hasta abatirla con eficacia y puntería. No por nada fue el más prestigioso de los cazadores que participaron en la Primera Guerra Mundial, con ochenta aviones enemigos destruidos.
- Determinación, valor y audacia. Éstas son virtudes de las que hizo gala el piloto británico Douglas Bader, el mítico “piloto sin piernas”, quien las había perdido en un accidente haciendo acrobacia aérea. No sólo fue un líder nato que condujo grandes formaciones de caza en la batalla de Inglaterra, durante la Segunda Guerra Mundial, sino que además, se destacó por un espíritu indomable y una gran fiereza en el combate.
- Dotes en la conducción de hombres. Esta virtud distinguió a de Adolf Joseph Galland, piloto y as de la aviación alemana, quien combatió hasta el final de la Segunda Guerra Mundial, alcanzando más de cien derribos. Por sus sobrados méritos, a temprana edad llegó a ser General en la Luftwaffe.
De estos y muchos otros ases del combate aéreo, debemos imitar el coraje y la valentía que caracteriza al piloto de caza; como así también, innumerables tradiciones que se repiten hasta nuestros días, muchas de las cuales nos enorgullecen. Algunas, con toques propios aportados por cada Fuerza Aérea, fortalecen el espíritu aeronáutico, fomentan la unión y forjan una fuerte identidad.






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