PRIMEROS PASOS EN EL COMBATE “AIRE-AIRE”
- Luis Alberto Briatore

- 20 mar 2021
- 4 Min. de lectura
En la Fuerza Aérea Argentina, la Escuela de Caza o, también llamada CB2, es el lugar donde damos los primeros pasos como pilotos de combate. Es un lugar sagrado para los cazadores. Allí absorbemos como esponjas los conocimientos que nos permiten el ingreso a un vuelo apasionante y distinto: el de la aviación de combate.
Con una Cordillera de los Andes y sus picos nevados como espectadores privilegiados, en un ambiente seco y estable, sin presencia de nubosidad en casi la totalidad del año, Mendoza se presenta como un lugar ideal para formar a esos jóvenes “pichones de cóndor” y futuros pilotos de caza.
En este templo de la sabiduría cazadora comienza la introducción y la práctica de las primeras destrezas.
La enseñanza se encuentra a cargo de experimentados instructores, los que han volado con anterioridad diferentes aviones de combate.
Al finalizar el año lectivo, los cursantes logran lo básico de dicha instrucción: combate “aire-aire”, entre otras destrezas, maniobras ofensivas, defensivas y distintas tácticas, completando en doce meses la totalidad de los patrones de vuelo de un curso de alta exigencia.
La Escuela de Caza culmina con los temas de vuelo más esperados, los que exigen un dominio total del avión: “combate aire-aire” y tiro “aire-aire”.
Este importante destino es realmente un templo de la especialidad. Por este mismo lugar impregnado de historia guerrera, pasaron casi la totalidad de los pioneros, héroes y pilotos de caza, quienes aportaron un granito de arena al alto grado de profesionalismo y las tradiciones mantenidas en el tiempo por las unidades de combate.
La sala de situación, aulas y confortable bar del grupo aéreo fueron y serán testigos de innumerables historias, anécdotas y enseñanzas enriquecedoras. Muchas han perdurado desde los comienzos de la especialidad hasta nuestros días.
Este simbólico lugar, es donde comienza a pulirse ese diamante en bruto. Aquí le damos forma al temple, al espíritu de lucha y a la fortaleza necesaria para afrontar la adversidad; en definitiva, es donde se adquiere la identidad guerrera, o mejor dicho: “CAZADORA”.
En el escudo de la Escuela de Caza lleva como lema una sabia frase que sintetiza hacia donde estuvo y está orientada nuestra formación: “SER MÁS”.
Comienza una nueva etapa
En el siguiente destino, ya como piloto de caza y miembro de un escuadrón operativo, es donde se profundiza el conocimiento y el dominio en el arte de combatir entre aviones.
La primera condición para lograrlo es dominar la envolvente de la máquina, en lo que a performance se refiere. ¿Qué significa esto? Llegar a volarlo totalmente al límite y al mismo tiempo, hacerlo con seguridad. Conocer las fortalezas, explotándolas al máximo; como así también, evitar la entrada a condiciones desfavorables que perjudiquen la actuación en vuelo.
En esta tan particular lucha aérea, nada es estático. La cabeza no puede distraerse, debe funcionar oportunamente en diferentes situaciones sucesivas. Es necesario imaginar con cierta predicción, cada maniobra. Cómo ejecutarla, sabiendo qué sucederá al culminarla. Mientras todo fluye, la exigencia es evaluar distintas categorías de riesgos para, en segundos, tomar la decisión de asumirlos o no.
Como si esto fuera poco, volar en forma coordinada, y sabiendo a cada momento, que está haciendo el Numeral de fierro. ¡No pueden negar que éste es un tipo de vuelo fascinante!
Un buen maestro facilita el camino
Si bien todos los pilotos tienen condiciones innatas, el crecimiento de la habilidad y la destreza potencial en mayor o menor medida, van de la mano de un actor fundamental. El encargado de entregarnos la llave del dominio total de la máquina y, a la vez, facilitar la comprensión de esta filosofía de vuelo, está la responsabilidad de una sola persona: el apreciado y respetado instructor.
Él es quien nos marca a fuego los márgenes del vuelo, la mejor forma de ejecutar todo tipo de maniobras, la manera más conveniente de acomodarnos y movernos en una pequeña cabina. Él es quien nos orienta para el cómo y el qué debo mirar cuando estoy aferrado al adversario en una dura contienda. También, cuál es la forma más adecuada de utilizar los comandos de vuelo, buscando obtener la mejor performance, etc.
En el puesto trasero del biplaza, tenemos a quien extirpa todos los temores y errores; quien busca que alcancemos un desempeño con soltura y seguridad, para que lleguemos al límite de lo permitido, y sepamos, con total seguridad, lo que estamos haciendo.
Es quien abre la mente y autoriza nuestro ingreso a este atrapante mundo. El que nos confiesa los trucos y los tips que generalmente definen un combate; pero nos inculca el absoluto cuidado de la nave, como así también, lo primordial, que nunca corra peligro nuestra vida. Por todas estas ayudas y aprendizajes, un alumno (futuro piloto de caza) debe estar muy agradecido y nunca olvidarse de ese buen instructor.
Un Mundo Distinto
Todo sucede en una burbuja inmensa de aire, en la que el desplazamiento se desarrolla en los tres ejes.
Es muy normal no ver el piso. Estamos obligados a ubicarnos, espacialmente, ante la pérdida de referencias con respecto al terreno. En estas situaciones, aparece el instinto felino; por eso, decimos que a los que tiramos al aire de la forma que se nos ocurra en medio de un combate, siempre caen parados y orientados para definirlo.
Estamos hablando de una percepción en la ubicación en el cielo sólo adquirida con muchas horas de asiento eyectable.
Se trata de una contienda donde la improvisación tiene un costo muy elevado. Estamos frente a un desafío en el que todo puede suceder en cuestión de segundos. Es una lucha feroz con márgenes exiguos. De estar por saborear la victoria, abruptamente, podemos pasar a masticar una dura derrota. O de sentirnos confortables en un cockpit[1] perfectamente climatizado; para en instantes, luchar por la supervivencia colgados de un paracaídas.
Existe una complejidad manifiesta en la resolución de la ecuación que tenemos frente a nosotros. Esto sucede fruto de la innumerable cantidad de variantes y situaciones posibles, las que surgen de repente y que debemos resolverlas de antemano, para luego afrontarlas con éxito.
En cada oportunidad en la que despegamos en una misión de defensa aérea, y desde el momento que el eco detectado en el radar se convierte en un agresor, comenzamos a rendir un exigente examen, donde el oponente apunta al logro de nuestro mismo objetivo: “derribar”.
Con un conocimiento más acabado acerca del tema, estamos en condiciones de darle la bienvenida al “Dogfight” o “combate cerrado
[1] Cockpit: cabina de vuelo o cabina de pilotaje.






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