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PUNTERIA MAS CAMARADERIA, CON EL MEJOR FINAL

  • Foto del escritor: Luis Alberto Briatore
    Luis Alberto Briatore
  • 25 sept 2021
  • 10 Min. de lectura


El último día de actividad

Habían pasado como si nada siete entretenidos días en “La Feliz”, quedaba solo la jornada en la que concluía el entretenido y competitivo tiro aire-aire.

Inmersos en un ambiente similar a la final de un importante torneo fútbol, en última fecha se definía el podio, y al mismo tiempo, finalizaba el último patrón de vuelo evaluable de la Escuela de Caza.

Todo transcurría poco antes del esperado egreso de los jóvenes cursantes y futuros pilotos de combate.

La mañana se presentaba fabulosa. Un sol radiante hacia resaltar el color verde de fértiles campos y una extensa pradera que rodea a la pista del Aeropuerto de Mar del Plata.

Luego de observar el plan de vuelo en detalle, retengo en mi mente la matrícula asignada y los nombres de la segunda escuadrilla la que lidero en el primer turno de vuelo.

Tiraba con el E-245 y por fortuna salía con mi color preferido, el rojo. Tonalidad que por fortuna, se marcaba muy bien en la tela del paño que servía de blanco, diferente a lo que sucede con otros colores, los que en algunas marcas tenues prestaba lugar a dudas al tratar de identificar quien era dueño del impacto.

Superado un rápido briefing, el que habíamos repetido una y otra vez a lo largo de la campaña de tiro, pilotos y copilotos partimos todos juntos. Avanzábamos distendidos, charlando formando una sola línea hacia los aviones, portábamos el casco en una mano y el paracaídas colgado del hombro contrario.

Una vez finalizada la inspección exterior, parados frente a la nariz roma del Morane, todos me miran con el pulgar hacia arriba. Acto seguido, extiendo el brazo al frente con la palma abierta, orden ejecutiva para subirnos a los aviones.

Sobre el ala izquierda del Morane tomo los correajes superiores del paracaídas, y con un rápido giro bien canchero queda adosado a mi espalda: luego de ajuntar las correas al cuerpo subo por una pequeña escalera de metal y me introduzco en la cabina, estrecho habitáculo donde ya se encuentra ubicado el copiloto, el que se encuentra perfectamente atado.

Frente a nuestras narices despega el avión manguero y luego la primera escuadrilla.

¡Es hora de mover las manos! Con el batido de dos dedos extendidos de la mano derecha, la Escuadrilla “Laser” interpreta rápidamente que es el momento de poner en marcha.

En pocos minutos, y luego de los controles pertinentes, rodamos uno detrás del otro en dirección la cabecera 13. Lo hacemos con la cabina bien abierta, buscando mitigar el calor imperante, en un cockpit que al cerrarlo y quedar hermético, la temperatura se eleva exponencialmente.

Mientras nos encontramos en tierra sufrimos los efectos del sonido agudo que emanan ambas turbinas, las que hacen entrar en resonancia nuestros frágiles tímpanos. Este efecto dañino para los oídos, tiene lugar solo cuando las turbinas permanecen en un régimen bajo de RPM (revoluciones por minuto).

Ingresamos a pista uno detrás del otro y ya detenidos sobre el peine de la cabecera 13, quedamos listos para que los armeros dejen en condiciones de tirar el par de ametralladoras que dispone cada avión.

¡Había que localizar sobre el mar al avión manguero!

Esperamos inmóviles en la cabecera, los ocho pilotos lo hacemos con las manos sobre el arco superior del parabrisas. El tiempo transcurre mientras el mecánico armero deja lista para el tiro ambas ametralladoras.

El pulgar en alto de un forjado mameluco azul, es la señal que indica el momento preciso para cerrar eléctricamente la cúpula trasparente.

Libres las alas sin tanques de puntera, el Morane es mucho más ágil para maniobrar y acelerar.

Al máximo empuje los cuatro MS-760 Paris despegamos por secciones. Ni bien termina la pista colocamos rumbo directo al punto de encuentro con el avión manguero. El lugar elegido, una columna de collares negros y blancos, la que se eleva entre medio de médanos que parecen estar vivos, el “Faro Querandí”.

Con 5000 pies / 1500 metros cortamos la línea de costa. Los cuatro aviones se mantienen formados en un perfecto escalonado en sentido contrario al mar.

El océano pintado de un azul intenso, delata la inexistencia de olas. Vista típica cuando el viento en superficie es calmo.

Lateral Mar Chiquita establecemos enlace con el avión manguero que viene a nuestro encuentro. En la primera comunicación nos refiere su posición.

En medio de este enorme espejo de agua, resulta difícil localizarlo a lo lejos. Como los aeronáuticos pensamos en todo y si no lo tenemos somos capaces de fabricarlo, el avión manguero, además de estar pintado con un color estridente, cuenta con un dispositivo para lanzar humo blanco, el que delata su posición.

Con varias pistas para localizarlo, lo avistamos sobre el horizonte, buena noticia que se la hacemos saber a la autoridad a cargo del tiro.

Por medio de un viraje escarpado por derecha, en una maniobra cuasi acrobática, la escuadrilla se lanza a la caza del avión manguero. Con unos 250 km/h de velocidad relativa, lo vamos alcanzando rápidamente, mientras el colorido Morane va colocando rumbo general Sur, lo hace nivelando planos y bajando la velocidad para extender el blanco bandera.

Sin perder tiempo y mientras vamos llegando, el avión manguero anuncia el despliegue de la manga.

El paño blanco de forma rectangular sale perfectamente estirado y bien parado, haciéndoselo saber al Director de Tiro, quien autoriza el espaciamiento entre los aviones de la escuadrilla y posterior ingreso al circuito de tiro.

Con esta sencilla comunicación, se declara oficialmente la iniciación de un armónico valet aéreo de cuatro participantes, los que seguramente dejarán como un queso gruyere al enorme pedazo de género blanco.

Lateral el manguero, ascendemos de a uno por vez, lo hacemos en un viraje hacia afuera del blanco. Escalonamiento que permite subir unos 2000 pies / 600 metros, alcanzando rápidamente la posición más alta del circuito, a la que los cazadores le colocamos un extraño nombre: “percha”.

Control de Armamento

Con el avión manguero a la vista, realizamos el control previo al tiro:

· Fusible de armamento: Adentro.

· Selector de mira: En móvil (función tiro aire-aire, la que computa la “G”, corrigiendo la posición del piper en la corrida de tiro).

· Capuchón de la master de ametralladora: Levantado (interruptor que se debe conectar en final de tiro).

¡El show debe comenzar!

1. Entrada

Bajo la vista desde lo alto y observo la manga que se encuentra lateral a mi avión.

Con una zambullida, ingreso al armónico circuito de tiro comunicando: “El 1 entrando”, acto seguido el Director de Tiro contesta: “Autorizado el ingreso”.

A partir de ese momento, los comandos de acelerador quedan remachados en el máximo de empuje. El indicador de vueltas en ambas turbinas se clavará en 21500 RPM, valor que se mantendrá inmóvil hasta que finalice la última pasada sobre el blanco.

Este es un circuito donde la potencia no sobra, dando una idea de lo exigido y pulido que debe ser el pilotaje para poder alcanzar los parámetros necesarios en las distintas posiciones.

Comenzamos con un viraje de ingreso donde se produce un cambio de trayectoria apenas mayor a 90° con respecto al rumbo que mantiene el blanco. La Ataco perpendicularmente e iniciando el descenso. En un tiempo invierto al Morane, el que obedientemente desciende por la sola acción de la gravedad.

Cuando la nariz corta el horizonte, y sin perder de vista a la manga, mediante otro medio tonel, pero esta vez hacia el lado contrario, estabilizo una trayectoria que continua en descenso.

Siento la aceleración y observo que el altímetro girando hacia la izquierda, indicio de una pérdida paulatina de altura.

Ahora me encuentro en condiciones de ejecutar el segundo viraje.

2. Reversando

Ya perdí la mitad de la altura con respecto al blanco. Ejecuto un nuevo viraje en sentido contrario al primero, el que permite depositar al ágil Morane sobre una alfombra que nos conduce a la “curva de persecución”, único camino para llegar adecuadamente al blanco.

Acoplado a la corrida final de tiro, la velocidad sube, gracias a un descenso con máximo empuje y poca “G”.

En franca aproximación hacia la manga, logro una diferencia angular con respecto a la manga de 20°/30°on respecto a la manga, lo hago cayendo, con velocidad en aumento, alas inclinadas y apenas cerrado.

3. Tirando

Estabilizada la curva de persecución, le indico al copiloto que conecte la master de ametralladoras.

La velocidad sigue aumentando y el momento sublime se acerca acompañado de ansiedad.

Perdiendo los últimos metros, incremento suavemente las “G” a 2,5. El piper estabiliza su trayectoria y va bajando en un movimiento continuo, acercándose decididamente al paño rectangular desde arriba.

El objetivo es buscar que el punto amarillo luminoso observado en el visor de la mira, toque el vértice superior del blanco y baje en una perfecta diagonal, trayecto en que accionamos la cola del disparador. La presión del dedo índice por un tiempo no mayor a 3 segundos, hace que sonido típico de las ametralladoras invada el reducido habitáculo. Una leve vibración y algo de olor similar al de la pólvora, terminan de confirmar la salida de los proyectiles con destino directo al blanco.

A plena adrenalina, veo como las trazantes, líneas de color rojo que escupen ambas ametralladoras, se introducen dentro una la manga que apenas flamea.

4. Saliendo

Cuando el piper llega al vértice inferior del blanco, ceso la presión del dedo índice sobre la cola del disparador. Acto seguido, noto que el mástil de la manga se acerca rápidamente hacia mí. Para evitar un peligroso impacto contra la erecta pieza de metal que mantiene parado el paño, de inmediato, nivelo planos y a la vez cierro con mucha “G” imponiendo a la nave un pronunciado ascenso. Al saltar la manga, con la nariz mirando al cielo, busco llegar a la posición de “percha”.

Mientras la nariz del MS-760 Paris apunta a un par de nubes solitarias, el copiloto corta la master de ametralladoras.

Una vez que toco el punto más alto del circuito, sobre inclino con un medio tonel, deteniendo el ascenso e ingresando nuevamente desde la percha, dando comienzo al segundo circuito.

Como podrán apreciar, esta disciplina exige un pleno dominio del avión, como así también, el lograr percibir la ubicación de la escuadrilla en todo momento sin tenerlos a la vista, objetivos que no resultan para nada sencillo de conseguir.

Luego de unas cinco entradas mediante movimiento armónicos que se van sucediendo en los distintos cambios de posición entre los cuatro aviones, la munición se va agotando, señal de que debemos prepararos para el último pasaje y finalizar con una salida en la que se reúnen todos los tiradores.

Con los depósitos de munición totalmente vacíos, la escuadrilla llega a la percha, punto de encuentro para emprender el regreso a casa.

Con el control de armamento realizado, abandonamos la frecuencia del avión manguero, pasando a tomar contacto con la Torre de Vuelo de Mar del Plata.

Cuatro MS-760 Paris perfectamente formados, escalonados hacia la derecha, en una perfecta línea oblicua, sobrevuelan la costa atlántica despidiendo del Mar Argentino. Luego de pasar lateral a la Laguna de Mar Chiquita, viramos directo hacia a la pista.

Con mucha similitud a lo que sucede en un desfile aéreo, la escuadrillas aproxima manteniendo la posición con uñas y dientes.

Una vez que los “Laser” bloquean la cabecera con 500 metros de altura, se produce un vistoso desprendimiento individual.

Infinidad de espectadores van siguiéndolos con la vista. No se pierden los detalles de cómo cada MS-760 Paris completa el circuito de aproximación, disfrutando con mayor intensidad los suaves aterrizajes de cada avión en el peine de la cabecera en uso.

Con un rodaje lento y ruidoso, salimos de pista de a uno por vez. Luego de ser desarmados por los mecánicos armeros, nos dirigimos encolumnados a la posición de estacionamiento para cortar los motores.

Lanzamiento de la manga y cómputo de tiro

Con todos en tierra, falta la llegada de la autoridad máxima en vuelo.

En solitario, el avión manguero se acerca desde el mar en vuelo bajo y lento. Detrás de la cola y no muy lejos del piso, cuelga la manga totalmente perforada, a la que se la ve bien estirada.

En el momento preciso, la torre indica el punto de corte del cable, el que une al Morane de punteras y nariz naranja con el blanco bandera.

El paño blanco cae como un pétalo sobre una alfombra verde que separa la pista con la calle de rodaje.

Una vez en el piso, ya perforada por infinidad de impactos provocado por el fuego ocho tiradores, los armeros recogen el paño, plegándolo para un rápido traslado al lugar del esperado conteo.

Con la malla extendida sobre un sector de la plataforma y con la llegada de la autoridad fiscalizadora, el “Directo de Tiro”, comienza otro atractivo espectáculo, el que es digno de ver.

Al estilo Sherlock Holmes, con lupa en mano, comienza el esperado y minucioso relevamiento de impactos.

Esta se trata de una manga muy especial, fue la última salida, el podio está en juego, y lo más importante, se define quien se hará acreedor del trofeo que corona al ganador.

Si bien es un acto que reviste seriedad, por ser parte de una actividad operativa, en este entorno cazador no faltan los comentarios graciosos, principalmente de los instructores que disfrutan de los últimos días junto a sus queridos pupilos, jóvenes que representan el futuro institucional, los que en pocos días egresaran como pilotos de caza.

Coronación y regreso

El último día tiene siempre un significado especial. Es una jornada que finaliza con un asado de agradecimiento dedicado a los excelentes anfitriones, los artilleros antiaéreos de la Base Mar del Plata.

Luego del cruce de presentes y de escuchar palabras alusivas al operativo, las que reflejan el espíritu de equipo y la camaradería reinante entre distintas especialidades, las que son parte de la gran familia aeronáutica, llega el momento que todos esperan. En medio de un importante hermetismo, es anunciado el trio de los mejores tiradores, destacándose en la mención al mejor promedio, al que se lo felicita efusivamente de distintas maneras.

Adornando esta especial jornada, también se mencionan otros premios no tan formales, relacionados con alguna de las tantas anécdotas y furcios que no faltan en este tipo de ejercitación relacionada al adiestramiento. Historias generalmente divertidas, las que a partir de ese momento quedan inmortalizadas.

En un ambiente que se respira la más pura alegría, se corona un año de mucho esfuerzo, llegando con éxito a concluir el exigente “Curso de Piloto de Caza – Bombardeo”.

Terminando de pulir un diamante en bruto

En poco tiempo, respetando el orden de mérito de egreso, llegarán las asignaciones a los nuevos destinos.

Inmersos en un nuevo mundo, el que pone ante los ojos de estos viriles alféreces distintos e interesantes desafíos, donde deberán superar infinidad de metas, a cambio de merecidas satisfacciones.

Estos jóvenes soldados alados, están cumpliendo con un esperado sueño, ser integrantes de la aviación de combate, ingresando a una apasionante vida, donde podrán cumplir con el juramento más importante que han hecho en su vida, el de defender los cielos de “La Patria”. Incorporarán a su repertorio de arengas, esa que cada día le irán encontrando más el sentido: “NO HAY QUIEN PUEDA”



 
 
 

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