top of page

“SONIDOS Y SENSACIONES” DENTRO DE LA CABINA DE UN MIRAGE CELESTE Y BLANCO

  • Foto del escritor: Luis Alberto Briatore
    Luis Alberto Briatore
  • 21 nov 2020
  • 12 Min. de lectura


Concretar un sueño que se ha transformado en vocación, habla a las claras de sentirse realizado. Sensación que nos reconforta, al brindar bienestar personal y un mejoramiento en la calidad de vida.

Los que tenemos adheridas un par de alas en la espalda, cuando nuestro sustento en la vida es volar, llegamos mucho más lejos. Al trabajo lo potenciamos con un fuerte sentimiento, el que nos invita a abandonar lo mundano y purificar el espíritu. Al surcar el espacio con las alas bien abiertas, sentimos una libertad plena, un estado de gracia que nos invita a soñar.

Dentro de un habitáculo mágico, llamado por los mortales cabina de vuelo, percibimos infinidad de hermosas sensaciones, las que potencian el permanente idilio que nos une al avión.

La pasión trasforma al más pesado que el aire en un ser con vida propia y sentimientos muy similares a los propios.

Es algo muy natural entablar una conversación con ese mal llamado por los insensibles, pedazo de metal con alas. Se trata de un ser al que amamos, del que no nos queremos separar, el que se expresa y disfruta ante cada armónico movimiento que dibujamos juntos en el aire.

Los pilotos damos fe sobre un fenómeno que presenciamos a diario, con una errada apariencia de irreal. Tal vez sea un milagro que hizo realidad el creador. Afirmamos convencidos que nuestro compañero de andanzas, tiene vida.

¡Las pruebas están a la vista y no quedan dudas! El motor que ruge es su corazón, el combustible, aceite e hidráulico que circula por sus venas de metal es su sangre y el piloto, el alma que lo gobierna.

Tenemos la suficiente autoridad moral para sostener firmemente este mito, porque somos los únicos que sabemos interpretar lo que quiere, lo que necesita y hasta podemos evitar aquello que lo disgusta. Predicciones posibles de vislumbrar, por una sola causa, lo sentimos como parte de nuestro cuerpo.

Unos pocos, desde el momento que vestidos de caballeros del aire llegamos al encuentro más deseado, comienza un fructífero e interesante dialogo. A medida que el Mirage va cobrando vida y se trasforma en un par, de manera obediente responde a nuestros deseos. Lo hace emitiendo diferentes sonidos y señales claras, que se asocian a inequívocas sensaciones captadas corporalmente con facilidad, las que si me permiten, deseo compartir con todos ustedes.

Sonidos que son más que palabras

Liberación de presiones hidráulicas: Luego de anoticiarnos del historial de la matrícula que vamos a volar y antes efectuar un exhaustivo chequeo exterior, no trepamos a la escalera, y gritamos: “Libre”, asegurándonos que no haya nadie debajo del Mirage. El mecánico, siempre a nuestro lado, responde en voz alta la misma palabra, confirmando que podemos proseguir.

Accionando con el pulgar derecho la tecla de los aerofrenos, ubicada en la parte exterior del acelerador, al cambiarla de posición. “escuchamos un chasquido”.

Antes de caminar en cuclillas bajo unas alas extremadamente delgadas, y a la vez, robustas, es importante tener la certeza que no haya presión hidráulica en el sistema, buscando evitar una situación de peligro.

En caso de quedar presión (algo que casi nunca ocurre), “se escucha el sonido de un golpe breve y seco”, prueba de que se ha agotado totalmente ¡Ahora estamos en condiciones de comenzar con la inspección exterior!

Comenzamos a respirar oxígeno puro:Sentados muy cómodos en el asiento eyectable. Estamos perfectamente atados y con el casco colocado. Ante nuestra indicación, el mecánico abre el oxígeno. De inmediato, “escuchamos la salida del gas que fluye a demanda”. Al aspirarlo con fuerza, ingresa una bocanada helada que refresca los pulmones, causando una sensación de placer. Se trata “de una brisa fresca que invade y reconforta el alma”.

Comienzan los efectos beneficiosos del oxígeno, el que agudiza los sentidos y nos hace sentir con mayor vitalidad a lo largo de todo el vuelo, principalmente en combate, donde la demanda fruto de la gran excitación, en algunos pilotos se llega a triplicar.

Chequeo bomba hidráulica de emergencia: Antes de cerrar la cúpula, conectamos la mencionada bomba. De inmediato notamos que este mecanismo dice presente. “Un alarido agudo de magnitud, invade el ambiente en cientos de metros a la redonda”, rompiendo el silencio de una mañana apacible. Es un potente sonido que sale de las entrañas del hasta ahora dormido Mirage que comienza de a poco a despertar.

Se trata solo de un aviso: en caso de falla, dispondremos de presión hidráulica en los sistemas principales.

Arranque del motor: Una vez autorizada la puesta en marcha por la Torre de Vuelo, con el brazo derecho levantado, cerramos el puño y a la vez extendemos los dedos el índice y medio batiéndolos, indicando al mecánico que está a punto de presenciar un acto sublime.

Bajamos la vista hacia el pedestal lateral izquierdo y dirigimos decididamente el dedo índice hacia un botón rojo, al que presionamos con ganas.

En segundos ingresa a los oídos uno de los sonidos más hermosos escuchados en una íntima cabina de vuelo.

La sensación cuando este potro salvaje comienza a dar muestras de vida, es única, inspira de alegría, invita a volar, lo que sin dudas es lo que más nos gusta.

Una vez que el arrancador comienza a girar, se acopla a la turbina, la que comienza a levantar vueltas. Se escucha la más bella melodía: “Un chillido se hace cada vez más agudo, hasta que de repente, y luego de abrir el acelerador, sentimos un abrupto cambio de sonido, instante en que comienza la combustión en la turbina. A partir de este momento, palpamos la potencia en carne propia”.

Furia en un avión es sinónimo de potencia: Acaban de autorizarnos el despegue. El acelerador es empujado con un movimiento rápido hacia adelante. Las agujas de temperatura y revoluciones se mueven decididamente hacia la derecha. La furia de un señor avión de combate invade el ambiente de una pequeña cabina.

“La vibración asociada a un bramido de pura potencia, traspasan nuestro cuerpo de lado a lado”.

El oído percibe los acordes de un empuje que se torna descontrolado. ¡Es el momento de comenzar la carrera del despegue!

Con temperatura y parámetros normales, soltamos frenos y quebramos el

La retracción del tren de aterriza se hace sentir: Apenas las ruedas se despiden del piso, la aceleración es tal, el Mirage no para de acelerar. De manera inmediata movemos las manos subiendo el tren, evitando que las partes móviles se dañen al superar el límite de velocidad permitido. Al mimetizarse todo ese fierrerio dentro del fuselaje, “se escuchan los acordes de piezas que se encuentran en pleno movimiento ubicándose en un alojamiento totalmente entallado. En ese momento, “sentimos en el cuerpo un movimiento imperceptible de guiñada, acompañado de un ruido seco indicando que las tapas están trabadas”. A partir de este momento, un delta limpio explota una aerodinámica exquisita comenzando a acelerar.

La Post combustión siempre es una gran ayuda: Una vez que tenemos al enemigo a la vista, próximo al cruce frontal, conectamos la post combustión con un quiebre de acelerador, para luego empujarlo a la máxima potencia. En ese preciso momento “sentimos el empuje en el centro de la espalda”. Una sensación de tranquilidad nos invade, tenemos 1700 kg más de empuje para derrotar al enemigo en un feroz combate.

Vuelo en tijeras: En un combate 1 Vs 1, cuando la contienda se desarrolla en condiciones de extrema paridad, los aviones terminan en una maniobra llamada “tijera”. Se trata de una serie de virajes con giros de un lado al otro, volados a muy baja velocidad. Con la particularidad que es un duelo a muerte, donde el que escapa es indefectiblemente derribado.

El que vuela con menor velocidad y abriéndose mejor hacia los laterales, descomponiendo el movimiento de avance, lentamente va retrocediendo, obteniendo una ventaja de posición para tirar solo cañones, por la escasa distancia.

Cuando ambos aviones se cruzan a metros en movimiento al borde de lo temerario, en agresivos virajes con mucho ángulo, al pasar por el eje de la cola del adversario, “escuchamos y sentimos con claridad un fuerte bramido emitido por el motor del adversario, el que se encuentra entregando la máxima potencia a metros de nuestras narices”.

La eyección es un mar de sensaciones terribles: A sabiendas que me encontraba con el combustible mínimo, luego de intentar salvar el avión sin éxito, la decisión de eyectarme era irreversibles y dolorosa a la vez, el tren de aterrizaje no bajaba.

Siguiendo estrictamente lo que estaba escrito, puse rumbo a la zona de eyección controlada, para que el avión al momento de abandonarlo y sin alguien que lo guiara, cayera en un espacio sin población, evitando daños a terceros.

Con 250 nudos y 1500 pies, deslizándome por debajo de una capa de nubes, en un vuelo totalmente controlado, lo primero que hice fue eyectar la cúpula. Tire de la palanca metálica que acciona el cartucho eyector, provocando una inmediata expulsión.

Luego de una rápida detonación, partió el cascaron transparente que hasta ese momento me protegía. “La cabina se impregnó de un olor a pólvora intenso”, convirtiendo la cabina de un avión de combate en la de un deportivo convertible descapotado. “Sentía el sonido del viento que pasaba sobre el parabrisas”, el que cumplía la función de cortina protectora, evitando que el aire de impacto pegara directamente contra el rostro.

Me encontraba un suave descenso y no muy lejos del piso. Con la mano derecha sostenía con el comando al avión, manteniendo una actitud y velocidad de planeo. Las alas estaban perfectamente niveladas en un momento difícil donde no paraba de temblar.

Preservar la columna vertebrar ante la aceleración del motor cohete era una prioridad. Colocando la espalda recta y bien pegada al respaldo del asiento sabía que la iba a cuidar. Apoyé bien fuerte la nuca en el cabezal del asiento.

Había llegado el crucial momento de despedirme con incertidumbre del querido M-5 Mara.

Llevo la mano izquierda a la manija superior y tiro fuerte, cayendo sobre mi rostro una cortina protectora.

El segundo que tarda en accionarse el motor cohete, les confieso que fue eterno y horrible al mismo tiempo. Cuando pensé que no funcionaba el sistema que debía salvarme la vida, ¡De repente! “Sentí el rigor de las 12 “G” progresivas en todo mi cuerpo”. De allí en más, todo se transformó un sueño con gusto amargo a pesadilla.

“La oscuridad de la semiinconsciencia se apodero de un alma en llanto. Con un fuerte dolor en la espalda comenzó un corto viaje rosando el paraíso”. La cantidad de gravedades aplicadas en un cuerpo muerto pero con vida, provocó que el cerebro quedara vacío de sangre por acción de las “G”, anulando transitoriamente los cinco sentidos.

Fue una travesía hacia un rumbo desconocido. Me encontraba inmerso en una profunda y tenebrosa oscuridad.

“Daba vueltas en el espacio, pero no veía ni sentía nada, fue como navegar en las tinieblas hacia un mundo incierto, sin saber si todavía seguía disfrutando de la vida terrenal”.

De a uno por vez fueron apareciendo los sentidos. El más rápido fue el oído. Comencé a escuchar como golpeaba el viento con el velamen del pequeño paracaídas ¡Estaba vivo! Fue la mejor noticia que podía haber tenido.

Pérdida de compresor: ¡De repente! En un brusco y alocado movimiento del delta que se retuerce en el aire, “sentimos un ruido aterrador que provenía del motor, acompañado de una fuerte vibración. Temblor estructural trasmitido al cuerpo. El sonido que estaba sintiendo con fuerte intensidad, es el típico de algo que se rompe”. El foco de atención pasó a la verificación de los parámetros del único motor disponible. Era un momento confuso, donde el avión aparenta desarmarse.

Impacto contra pájaro: En la mochila de momentos inquietantes en vuelo de encuentros inesperados con pájaros, tengo un par para contar, por fortuna, en ambos safé de la peligrosa ingestión de motor.

El primero de ellos fue contra varias gaviotas en la fase del despegue.

Gracias al sonido de la turbina propagado a través de un aire denso de una fría mañana tandilense, durante un despegue rutinario, despertaron del letargo unas treinta gaviotas que descansaban en una cama cómoda de cemento. Al escuchar el tronar de los motores, se elevaron como pañuelos blancos agitándose a pocos metros del piso.

Concentrado en un momento crítico para cualquier piloto, como lo es estar sobre la pista y ya en el aire. Todavía a baja velocidad, y observando que indefectiblemente me dirigía hacia una nube blanca de plumas. La lógica indicaba que sufriría impactos múltiples.

Con el afán de minimizar la amenaza, ofrezco como defensa colocar el avión en planta. Ante un espectáculo dantesco, llevo de inmediato el comando fuerte hacia el abdomen, transformando al estilizado delta en un triángulo que avanza con un ángulo excesivo de nariz arriba. Con tremenda actitud, evitó aspirar a los inoportunos pájaros, preservando lo único que permite que un avión permanezca mayor tiempo en el aire, “el motor”.

Viendo solamente cielo, “de inmediato siento como los impactos de una ametralladora que dispara gaviotas como munición, pegaban en la panza una y otra vez. Pequeños golpeteos que son sentidos en los pies, acusaban los choques múltiples contra la parte inferior del fuselaje”.

Pasado el sofocón, observo que los parámetros se encontraban normales, signo de que lo peor había pasado.

Luego de consumir combustible y dejar el tendal de doce victimas tendidas sobre la pista, el Mirage pudo aterrizar sin dificultad.

El segundo episodio fue totalmente diferente. Tuvo lugar a muy alta velocidad, mientras que como jefe de escuadrilla, efectuaba un ataque simulado a la pista de Villa Reynolds.

En pleno descenso, y al ver un punto negro al frente, traté de esquivarlo, pero fue imposible. Un jote de unos cuatro kilos, impactó en el fuerte Mirage.

Por suerte fue contra la punta del tanque eyectable supersónico de 1700 litros que se encontraba colgando del ala derecha. Lo interesante fue la velocidad, unos importantes 480 nudos / 840 km/h.

Ante el fuerte choque, el resistente tanque lo pudo soportar estoicamente, con la sola consecuencia de quedar mocho.

Al momento del encontronazo, “sentí el sonido de un fuerte golpe seco, el que no desestabilizo el avión en lo más mínimo”.

Con un comportamiento aerodinámico normal de la nave, suspendimos el ataque y retornamos a Tandil aterrizando con solo un detalle de chapa, el que se solucionó con el solo hecho de cambiar el tanque.

Las “G” hacen hablar a nuestro cuerpo:Mientras tiro la palanca de comandos hacia mí, el traje anti “g” comienza a inflarse. “El abdomen se comprime como una manga de crema presionada por una forzuda repostera que rodea mi cintura con 2 manos gigantes”. “La vista quiere nublarse por falta de sangre”, frente a un cerebro que lucha por seguir razonando y calculando con el poco combustible que le queda.

“Siento la cara empapada, gotas de sudor que aceleran la caída recorriendo las mejillas impulsadas por la “G” aplicada”.

Secuencia de sufrimiento para un ajeno en el arte de la lucha aérea, se transforma en excitación en la máxima expresión para un adicto al combate cerrado y un cazador de raza.

Apertura de frenos de vuelo en vuelo:Estas superficies que se abren por arriba y abajo del ala sin respetar ninguna limitación de velocidad, permitiendo una rápida desaceleración. Al hacerlo, “mientras la aguja del velocímetro cae abruptamente, sentimos una vibración suave trasmitida por la estructura, mientras el avión tiende a picar”.

Los cañones símbolo de poder: Uno de los tipos de tiro que más nos agrada, es el de cañones. En el Mirage contamos con dos montados debajo de la cabina de vuelo, con un 30 milímetros, se presenta como una opción de potente y confiable.

Una vez con el blanco centrado en la mira, presionamos la cola del disparador. “Una tromba atraviesa nuestro cuerpo, acompañado de un sonido que impresiona”. Milésimas de segundo a pleno plomo, es el tiempo suficiente dejar en evidencia el poder de esta arma letal.

Misil que sale como una nave espacial desde la puntera de plano: Experiencia para pocos. Aunque los misiles se encuentran relativamente alejados de la cabina, desde que se enciende el propulsaste “sentimos un flash de sonido, similar pero de mayor amplitud al de una cañita voladora potente de las que solemos ver en Año Nuevo”. El lapso en el que se escucha el sonido es muy corto, desapareciendo una vez que se aleja del avión lanzador.

Apertura del paracaídas: una vez que pasamos volando el peine, a 3 metros del piso y 160 nudos / 300 km/h, reducimos el motor a ralentí. De inmediato cuando las ruedas tocan, sacamos el paracaídas de frenado. Momento en el que sentimos que una zopapa que se adhiere a la cintura, tirándonos hacia atrás”. Sensación corporal fruto de una perdida abrupta de casi 30 nudos / 55 km/ h en milésimas de segundo.

Rodando con la cabina semi abierta:muchos pilotos cuando la temperatura en pista es elevada, abren apenas la cúpula y la traban en esta posición. La hendija por donde entra aire, queda ubicada delante de las tomas de admisión de aire del motor, “escuchando de manera directa el alarido del motor”, el que aumenta la frecuencia en cada pequeña dada de motor, al querer aumentar la velocidad de rodaje.

El Mirage se tomando un descanso, esperando ansioso la próxima salida:Cuando el mecánico cruza las muñecas en alto, indicando que la rueda de nariz llegó al punto de detención. En ese preciso momento presionamos los frenos. “El cuerpo se balancea hacia delante contenido por los arneses”.

Detenida la marcha y con calzas colocadas, cortamos todos los equipos.

Corte de motor: Llega el momento de retroceder el acelerador, presionando la traba que se encuentra en el tope inferior del acelerador, logrando el corte del motor. En cuestión de segundos percibimos la interrupcion del flujo de combustible.

“El sonido de la turbina se va desvaneciendo paulatinamente”. En cuestión de segundos el paisaje campestre recupera el silencio que lo caracteriza.

Liberación de presiones: Confirmada la detención del motor, el piloto le hace una seña al mecánico indicándole que va a liberar presiones, para ello, realiza pequeños golpes de aerofrenos, los que ante cada accionamiento, provocan “un sonido a golpe seco, hasta llegar a agotar la presión hidráulica del sistema”.

Desgasaje en tanques de combustible: El último que hace rezongar al Mirage, es uno de sus mejores amigos, el mecánico. Al abrir los desgasajes de los tanques de fuel, “provoca un fuerte sonido, parecido al de un spray y a veces al de una trompeta mal utilizada”. Efecto producido por una liberación del aire remanente que permanece todavía en el sistema. Sonido que va desvaneciendo a medida que se agota la presión en el sistema de combustible”.

Nuestro fiel amigo

Todos los aviones por fortuna son diferentes, cada uno tiene un carácter y una personalidad bien marcada que lo distingue entre sus pares.

Al igual que el jinete conoce su caballo, el piloto debe entender y saber las mañas y virtudes de su potro salvaje, en la búsqueda del dominio, el que debe ser total.

Las horas voladas permiten percibir diferentes señales manifestadas mediante distintos sonidos característicos, comportamientos y sensaciones corporales. No son más que pistas, las que nos permiten identificar un problema y solucionarlo con rapidez, dependiendo del grado de complejidad.

Este es un ejemplo más, que nuestra vida esconde interesantes secretos, los que revelamos con gusto solo a los que aman el vuelo y sus variadas facetas, ¡Ustedes y solo ustedes!



 
 
 

Comentarios


Formulario de suscripción

©2019 por Historias de Laser. Creada con Wix.com

bottom of page