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UN OBLIGADO RITO LUEGO DE UNA EYECCIÓN EXITOSA

  • Foto del escritor: Luis Alberto Briatore
    Luis Alberto Briatore
  • 8 may 2021
  • 8 Min. de lectura


Hace un tiempo leí una sabía frase, aplicable al día a día, la que decía: “Siempre hay que encontrar el tiempo para agradecer a las personas que hacen una diferencia en nuestras vidas”.

El retribuir lo recibido, puede ser logrado de distintas formas, con un rezo, mediante un fuerte apretón de manos, giñando un ojo, sorprendiendo con un lindo regalo, uniéndonos en un fuerte abrazo de oso, y de muchas otras maneras más. Lo primordial, es tener una atención, darle una caricia al alma del prójimo, nos referimos a un recomendable gesto, el de dar las gracias.

Sin que muchos lo sepan, mientras un avión surca los cielos de la Patria, una multitud de seres como uno, en silencio, trabajan por convencimiento, sin recibir una orden que los obligue a hacerlo. Individuos extremadamente responsables, conscientes que de su trabajo, dependen muchas vidas.

Sin que nos percatemos de ello, al acomodar nuestro cuerpo en la cabina de un avión de combate, muchos camaradas desde sus puestos de trabajo nos están cuidando.

Generalmente, luego de acontecer lo terrible y sobrevivir a la tragedia, una fuerte cachetada nos arranca con fuerza de un profundo letargo. Llamado de atención que nos incita a reaccionar de inmediato. Surge instintivamente un potente fenómeno el que nos moviliza, al que llamamos comúnmente “reflexión”.

Consumado el hecho y mediante una obligada meditación, tomamos verdadera dimensión de lo importante que es trabajar en equipo. Comprendemos que nunca estamos solos dentro de ese pequeño habitáculo.

Para cualquier tipo de organización, el capital más preciado es el humano. Tesoro que con frecuencia desestimamos, y hasta despreciamos injustamente. Es algo que no se puede comprar y lleva años de dedicación el poder formarlo.

En esta oportunidad, nos estamos refiriendo y ponemos en valor a todo el personal que integra a la gloriosa Fuerza Aérea Argentina.

Como es habitual para cualquier ser humano, hasta que sucede algo de alto impacto, no llegamos a tener la verdadera dimensión de donde realmente estamos parados.

¡Qué lindo es introducirnos en un cockpit, y poder disfrutar las virtudes de una potente máquina que nos catapulta hacia un mundo de alucinantes sensaciones, surcando un cielo de dimensiones infinitas!

Mientras nos encontramos en un estado de máxima concentración y cumplimos con cada detalle con exactitud de un exigente vuelo, no alcanzamos a apreciar la larguísima hilera de camaradas que empujan simbólicamente a ese avión para que pueda alcanzar con éxito el objetivo.

Cuando la tradición manda

Los aeronáuticos estamos inmersos en un mundo que respeta variados y antiguos preceptos. Se trata de una herencia que nos moviliza al momento de cumplirla, la que actúa como fuente inagotable de una potente fuerza espiritual.

Dentro de lo que llamamos sanas costumbres, “el agradecimiento” forma parte y enaltece nuestro tan peculiar estilo de vida.

No respetar la tradición, atenta contra historia de cualquier institución. Transmitirla de generación en generación, vigoriza el sentido de pertenencia, principalmente en los más jóvenes e inexpertos. Se trata de una silenciosa y revitalizadora energía que emana del alma, la que contribuye a superar lo considerado como imposible.

Muchas de nuestras costumbres derivan de un pasado lejano, en los inicios del vuelo, de aquellas épicas batallas acontecidas a lo largo de la historia aérea mundial. Ámbito natural para los guerreros del aire, en el que normalmente la muerte sobrevolaba muy cerca de los protagonistas. Tradiciones que lograron vigorizar el espíritu combativo, el que nos distingue en el actuar, similar al que poseen las aves de presa, nuestros referentes en el reino animal.

Convivir en condiciones psicológicas extremas por un tiempo prolongado, no es nada fácil. Una manera de mantener la moral alta, en parte se logra cumpliendo con ciertos ritos, en muchos casos agradables y hasta graciosos, otros más formales y extremadamente solemnes.

La actividad operativa es realmente un trabajo que solo se puede llevar a cabo trabajando en conjunto. Todos los que hacen posible que un avión vuele, interactúan en un ambiente de mucha responsabilidad, respeto, profesionalismo y también, de una sana camaradería.

Ritos relacionados a la eyección

Para que esté oneroso, sofisticado y salvador asiento funcione a la perfección, cada componente es rigurosamente controlado por un grupo de excelentes profesionales, a los que llamamos en nuestra jerga “Mecánicos”. Son los encargados de mantener esta máquina de salvar vidas en perfectas condiciones. Los que podemos encontrar trabajando en dos lugares, la Sección llamada “Asientos Eyectables” y todo lo relacionado al sistema de propulsión o pirotécnico, en el “Taller de Armamento”.

Ellos son los que con gran dedicación y acciones meticulosas, mantienen en servicio los muchos componentes del complejo y delicado asiento eyectable, para que en el caso de ser utilizado, todo funcione a la perfección ¡Unos verdaderos genios!

Luego de una eyección exitosa, le sigue una sana y legendaria costumbre.

En los primeros días de una nueva vida, el sobreviviente y reciente usuario del sofisticado dispositivo salvador, cuando vuelve a la actividad rutinaria, lo debe hacer munido de varias botellas de champagne. Al llegar a la base, lo primero que hace es visitar el Grupo Técnico, lugar donde trabajan sus salvadores. Una vez frente a los especialistas en asientos eyectables, sin papel en mano, pronuncia palabras de agradecimiento dictadas por su corazón, para luego brindar con cada uno de estos tremendos profesionales que contribuyeron a preservar su vida. Comienza con el Inspector y Encargado del servicio, llegando hasta el mecánico más joven. Reconocimiento íntimo y sentido, en el que no hacen falta lujos para concretar este corto festejo. Un simple cacharro de aluminio sirve para brindar, lo importante es plasmar un gesto de eterno agradecimiento hacia ellos, unos verdaderos incondicionales para todos nosotros, los pilotos.

Como broche final, le sigue el relato en primera persona de la historia completa con lujo de detalles.

Se trata de un momento único. Los expertos en cada componente, evacuan todo tipo de dudas, lo hacen mediante interesantes preguntas, las que guardaron especialmente para un momento como este. Pocas veces sucede este tipo de acontecimiento y es la oportunidad propicia para hacerlo.

Finalizando con la visita, el piloto se despide con un saludo de sincera gratitud, donde los apretones de mano son más fuertes que nunca, y partiendo hacia una extensa gira, en la que visitará al resto de las especialidades dedicadas al mantenimiento, sin olvidarse de ninguna.

Dijeron presente en Malvinas

No puedo dejar pasar por alto este hecho, para distinguir como se merecen, a estos hombres y su valiosa participación en la historia aeronáutica argentina reciente.

Durante la Guerra por la recuperación de nuestras Islas Malvinas, los Mirage que fueron derribados, al momento de utilizar el asiento eyectable, todos sin excepción, volaban en condiciones extremas, difíciles de poder imaginar.

Muchos al momento de haber sido impactados por un misil y accionar de inmediato la manija amarilla y negra salvadora, lo hicieron en actitudes totalmente descontroladas. Volando al ras del terreno o agua. Algunos en viraje y casi invertidos, con una velocidad superior a los 900 km/h. A muy baja temperatura en un aire de impacto altamente denso. En todos los casos disponían de un tiempo escaso para la toma de una apresurada decisión, la de “eyectarse”.

En el momento que estos patriotas alados, más necesitaron la ayuda de este vital componente, en un desesperado intento por seguir con vida, volando en los límites de operación establecidos para el asiento por el fabricante, todos sin excepción, funcionaron a la perfección. Ninguno acusó falla alguna, y lo más relevante, este ingenioso dispositivo evitó daños corporales de consideración en esos valientes pilotos de combate. Resultados que se lograron a través de un trabajo en conjunto. Por un lado Martin Baker, fabricante de muchos y exitosos asientos eyectables, salvadores de infinidad de vidas alrededor del planeta, y también, mucho tuvo que ver en este exitoso desenlace, el impecable mantenimiento a cargo de un orgullo institucional, nuestros excelentes “mecánicos”. Ellos en silencio y solo trabajando con responsabilidad y profesionalismo, demostraron cumplir con creces para lo que estaban preparados, lo refleja una notable efectividad, la que persistió durante la paz, hasta el momento en donde fue desactivado el Sistema de Armas Mirage.

Un festejo y reconocimiento muy original

Recordando una tradición descripta con anterioridad, el festejo de un segundo nacimiento es un clásico cuando acontece una eyección. Se trata de un evento donde tienen cita obligada varios actores. En primer lugar, el piloto del helicóptero a cargo del rescate, los camaradas que acompañan a diario la actividad operativa y sus respectivas esposas, los jefes directos (Jefe de Escuadrón y Jefe del Grupo 6 de Caza) y dejo para el final a los protagonistas más importantes de nuestra vida, todos los integrantes de la hermosa familia.

Esta fiesta íntima envuelta en un ambiente de alegría, donde se festejaba la vida, tuvo lugar en mi hogar. De acuerdo a las circunstancias, a la voluntad y estado del agasajado o de su entorno, esta reunión de carácter festivo, suele también hacerse en la unidad aérea, con un gran asado bien argentino, donde no falta nada.

Superado este inolvidable suceso, y pasado unos meses, ocurre algo digno de mencionar para un eyectado. El fabricante del asiento eyectable, en este caso “Martin Baker”, por intermedio del representante técnico, envía varios regalos. En primer lugar un hermoso diploma, el que textualmente que expresa:

“Martin-Baker Tie Club, el que certifica el éxito de la eyección en un avión Mirage usando el asiento Modelo RM4 recibiendo el número de miembro 4746 del Matin-Baker Tie Club”.

Por fortuna, para poder ser miembro de este club tan selecto, no fue necesaria erogación alguna, ya que la cuota de por vida, fue pagada con el suficiente sufrimiento y abundante cantidad de adrenalina en su máxima pureza.

Luego de recibir esta grata sorpresa, el mencionado diploma automáticamente pasa a formar parte de la colección exclusiva de trofeos aeronáuticos.

¡Pero esto por fortuna no termina aquí!, dentro del combo de regalos, la entrega incluye también la tradicional corbata con el logo del fabricante y el respectivo pin, con el dibujo del asiento eyectable.

Esta carrera que abrazamos con tanto amor, dedicación y honor, es un verdadero “estilo de vida”, en el que damos testimonio en todo momento de un profundo convencimiento por defender a la Patria. Saboreamos y disfrutamos de distintos acontecimientos como este, que trascienden en el tiempo, los que refuerzan el espíritu guerrero y a la vez, hacen más vigorosa a la querida Fuerza Aérea Argentina.

Como cierre de a otro interesante tema, citaré una historia muy relacionada a este afortunado episodio.

Es acerca de un piloto bombardero norteamericano que participó en la Guerra de Vietnam, llamado Charles Plumb.

Después de muchas misiones, su avión fue derribado por un misil. El capitán se eyectó, y al caer con su paracaídas fue capturado, pasando seis años muy duros en una prisión norvietnamita.

Luego de su regreso a EEUU, comenzó a dar conferencias relatando su odisea, y las diferentes experiencias por haber estado tanto tiempo en prisión. Hasta que un día, sentado en un restaurante, un hombre se le acercó y lo saludó:

—Hola, ¿es usted Charles Plumb? Era piloto en Vietnam y lo derribaron, ¿verdad?

—Y usted, ¿cómo sabe eso?—le respondió Plumb.

—Porque yo empacaba su paracaídas. Parece que le funcionó bien, ¿verdad?

Plumb casi se ahogó de sorpresa y, con mucha gratitud, le respondió:

—¡Claro que funcionó! Si no hubiera funcionado, hoy yo no estaría aquí.

Estando solo, Plumb no pudo dormir esa noche, meditando se preguntaba:

"¿Cuántas veces habré visto en el portaviones a ese hombre y nunca le dije `buenos días`? Yo era un arrogante piloto y él era un humilde marinero.”

Pensó también en las horas que ese marinero pasó en las entrañas del barco enrollando los hilos de seda de cada paracaídas, teniendo en sus manos la vida de alguien que no conocía.

Ahora, Plumb comienza sus conferencias preguntándole a su audiencia:

—¿Quién empacó hoy tu paracaídas?

Cuando logramos alcanzar el objetivo con éxito, muchos fueron los que trabajaron para poder lograrlo.

En la vida uno necesita muchos paracaídas en el día: uno físico, uno emocional, uno mental y uno espiritual.

A veces, en los desafíos que la vida nos lanza a diario, perdemos de vista lo que es verdaderamente importante y a las personas que nos salvan en el momento oportuno sin que se lo pidamos.

Dejamos de saludar, de dar las gracias, de felicitar a alguien, o aunque sea, de decir algo amable, sólo porque sí.

Hoy, esta semana, este año, cada día, trata de darte cuenta quién empaca tu paracaídas, y agradécelo.

Aunque no tengas nada importante qué decir, envía este mensaje a quien o a quienes alguna vez lo hicieron.

Las personas notarán ese gesto, y te lo devolverán, empacando tu paracaídas con ese mismo afecto.

Todos necesitamos de todos, por eso demuéstrales tu gratitud.

“GRACIAS POR EMPACAR MI PARACAÍDAS”

Charles Plumb



 
 
 

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