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UNA CABINA CONFORTABLE, PASO PREVIO ANTES DE LLEGAR A LA VICTORIA

  • Foto del escritor: Luis Alberto Briatore
    Luis Alberto Briatore
  • 14 nov 2020
  • 12 Min. de lectura


Al desplegar las alas en un firmamento silencioso y lleno por aire puro, escuchamos al sonido del motor como el corazón del avión que late con fuerte intensidad. Desde el momento que posamos ambas manos sobre los comandos de una maquina llena de vida, nos convertimos en el alma que lo gobierna.

Todo esto que es tan hermoso, sucede dentro de un pedestal. Se trata de un lugar único, el más importante que ocupamos a lo largo de una forjada y arriesgada trayectoria profesional.

La “cabina de vuelo” o “cockpit”, es nuestro hogar en el cielo, al que en muchas oportunidades se lo comparada con una oficina, lugar donde pasa la mayor cantidad de tiempo un trabajador de la city. Si nos referimos específicamente a la de un avión de combate, podemos aseverar marcadas diferencias con ese amplio y confortable lugar situado en una torre de cristal sin limitación de espacio para moverse.

El lugar en el que pasamos tanto tiempo y donde alucinamos estar desde niños, debe reunir una serie de características muy particulares. Para lograr una idea más acabada, mencionaremos algunos de los requisitos que debe cumplir:

· Todo lo necesario debe estar a mano, para ubicarlo fácilmente.

· La señalización de cada componente, evitando cualquier tipo de confusión.

· Cada elemento es único y guarda una determinada funcionalidad.

· La infinidad de posibilidades a emplear deben respetar un orden lógico, el que debemos estudiar y practicar cuando todavía las ruedas no dejaron la pista.

· Ese pequeño habitáculo debe respetar una filosofía de empleo estandarizada, buscando facilitar el uso de los distintos sistemas y la detección de errores, los que deben ser subsanados y comunicados.

Una vez sentados en ese sitio soñado, el cockpit de un avión de combate, nada debe pasar desapercibido. Hasta el más mínimo detalle hay que tenerlo en cuenta.

Una característica que forma parte del ADN del piloto, es adelantarse a los acontecimientos, y aquí disponemos de las herramientas para lograrlo.

¿En que ponemos énfasis antes de la salir a volar?

Comenzaremos por la “temperatura” dentro de esta pequeña burbuja.

Solo existe una manera de volar, pensando solo en el objetivo, nada puede osar distraernos. Para llegar a ese estado de pureza mental, debemos eliminar todo aquello que sea perturbador. Alcanzar un clímax adecuado y sentirnos a gusto en toda la extensión del vuelo, no debe ser influido por factores externos. Sea invierno o verano, estemos luchando para salir de una salvaje tormenta o volando en cielo claro, en rasante sobre las gélidas aguas del Atlántico Sur, como lo hicieron nuestros valientes próceres aeronáuticos o rosando los picos más altos de América en plena Cordillera de los Andes.

Bajo una cúpula inmaculada y transparente, previamente a enfrentarnos al peligro potencial que representa superar un difícil obstáculo o al enfrentarnos a un enemigo que desea derribarnos, debemos movernos en un volumen confortable y placentero.

Un aspecto relevante, es la “optimización del poco espacio disponible”.

Con habilidad e ingenio, somos unos maestros al mover el cuerpo de un lado al otro, lo hacemos con soltura dentro de una limitada caja de cristal, pudiendo accionar hasta el equipamiento más distante sin inconvenientes. Conocemos todos los trucos que trasforman lo incómodo en adecuado y ágil.

Por último, un punto al que debemos prestar mucha atención, es el “atuendo”. Solo podemos vestirnos con el apropiado.

Perfectamente entallado y pegado a una trabajada anatomía, es el ítem que completa un esquema de estrictas exigencias para todo aquel que esté dispuesto a entregar la vida por la Patria a bordo de un avión de combate.

Al mismo estilo de un caballero medieval, portamos con orgullo la mejor armadura. Nos protege un fornido fuselaje, el que rodea un cuerpo que traba la musculatura instintivamente como mecanismo de defensa. Esto sucede ante los embates de un agresor al que deseamos abatir.

Al tener que cumplir una arriesgada misión, nada queda librado al azar.

Nos lanzamos al ataque poniendo el pecho. Lo hacemos con una actitud de arrojo y valentía. Apretamos bien fuerte la mandíbula, adoptando una actitud agresiva, la adecuada para transitar ese sublime momento en el que nos jugamos a todo o nada. En ese preciso instante, un torrente de adrenalina pura nos transforma en indestructibles. Estamos extasiados, dispuesto a todo, aunque frente a nuestros ojos se encuentre la adversidad.

Un poco de historia

Siempre es bueno recordar de dónde venimos, para evaluar con una adecuada dimensión lo que tenemos entre nuestras manos.

La primera cabina cubierta apareció en 1913 en el avión de Igor Sikorski Le Grand. Los primeros cazas monomotor y otros aviones de ataque también tuvieron cubiertas abiertas durante la primera guerra mundial. Los pioneros con cabina cerrada fueron el Fokker trimotor (1924), los Ford Trimotor (1926), el Lockheed Vega (1927), el Spirit of St. Louis, el Taylor Cub (1931).

Pegando un enorme salto en el tiempo hacia el futuro, los diseñadores de los aviones de hoy, deben imaginarse como será el mundo en 40 años.

Tecnología que en el presente aparece como algo innovador en vehículos terrestres de alta gama, para la aviación, resulta totalmente superada hace mucho tiempo.

El ejemplo más típico es el HUD (Head up display: información de datos mostrada en el parabrisas), dispositivo que permite, sin bajar la vista, mirar directamente al frente en el parabrisas, mezclando el paisaje con la información de diferentes representaciones de distintos sistemas proyectados con un formato amigable.

Hace ya un tiempo se colocó el HUD dentro del visor del casco, y en la actualidad, han ido más lejos aún. Cámaras dentro de la cabina, rastrean decenas de diodos en la parte exterior del casco, de esta manera las computadoras siempre saben la dirección hacia dónde es dirigida la mirada. Esta información proyectada en el visor se mueve de manera tal, logrando que sea coincidente con la línea de vista.

Al referirnos a un casco, ya no solo cumple la función de un equipo protector, se ha trasformado en un sensor, y en consecuencia, una de las partes integrales del sistema de navegación y tiro.

En el cielo, ¿Es importante como estoy vestido?

Si buscamos en el diccionario la palabra “vestir”, significa guarnecer o cubrir algo para su defensa o adorno.

Para un piloto de combate vestirse antes de enfrentar al enemigo, no guarda ninguna relación con la defensa, por el contrario, lo podemos ligar con el ataque. Contar con el atuendo operativo correcto, nos permite estar mejor parados para enfrentar a la difícil supervivencia en caso de que suceda lo peor, una indeseada eyección.

Al introducirnos en el reducido cockpit, lo primero que intentamos, es lograr un rápido confort. Buscamos sentirnos totalmente a gusto dentro de ese pequeño espacio en el que durante tanto tiempo alucinamos estar. Somos conscientes que una vez en el aire, no es sencillo hacer cambios que mejoren la comodidad en vuelo.

Las exigencias extremas a la que es sometido el piloto en un avión de caza, hacen que cada componente de su equipo de vuelo sea importante. Muchos de ellos llevan detalles que marcan un sutil toque personal.

Al introducirnos en esta reducida burbuja, mitad metal y mitad plexiglás, la palabra genérico o estándar ha sido extirpada del diccionario del piloto de caza hace mucho tiempo. Todo es regulado o adaptado a nuestro exquisito y exigente gusto, ninguna adaptación de cabina es igual a otra, a cada piloto le resultan agradables detalles diferentes.

Otro de los factores que afectan directamente a este ítem, es el tipo de actividad y lugar donde se desarrolla el vuelo. Esta importante adaptación es supervisada por capacitados profesionales miembros de la Sala de Supervivencia, únicos privilegiados en ayudarnos a vestirnos y despedirnos antes de partir hacia el avión.

Distinguir a un piloto de combate a simple vista, es una tarea muy sencilla: Overall verde lleno de cierres, donde a cada bolsillo guarda una función específica. Lucimos un chaleco que nos trasforma en corpulentos, aunque no lo seamos. Cubrimos las piernas y abdomen con un pantalón entallado, el que tiene una particularidad, le cuelga al costado una manguera. Normalmente en la mano derecha llevamos la cartera de navegación y en la izquierda el casco.

Vestidos con una armadura de neto corte aeronáutico, caminamos cansinamente hacia la nave que nos trasportará sin escalas con destino final al cielo, ¡Imposible de confundirnos!

Volar un caza con falta de espacio en la cabina, introduce una serie de condimentos y detalles a tener en cuenta, que lo hacen distinto con respecto a otro tipo de vuelo. Nos estamos refiriendo principalmente a ítems relevantes: confort, seguridad y disponibilidad de información necesaria para cumplir con la misión.

Particularidades de una salida en soledad, limitada en movimiento por la numerosa cantidad de arneses, sumado al casco y máscara de oxígeno, con un cuerpo separado solo a centímetros de laterales de un frío metal.

En este tipo de habitáculo, la optimización del escaso espacio y saber cómo movernos, es vital.

Una vez que pusimos en marcha, si no fuimos ingeniosos en lograr una accesible disponibilidad de lo que necesitamos, todo se complica dentro de una diminuta burbuja no apta para claustrofóbicos.

Los brazos son los privilegiados en disponer de más movimiento, donde piernas y cabeza se encuentran con mayores limitaciones.

El secreto es tener todo a nuestro alcance mediante pequeños movimientos. La creatividad de cada piloto es de gran ayuda para neutralizar las diferentes limitaciones que nos ofrece este particular hábitat.

Llegó la hora de prepararse

Finalizado el briefing o reunión previa al vuelo del tema que vamos a volar, los pilotos se dirigen a la Sala de Supervivencia. Habitación amplia donde cada uno tiene un espacio asignado, etiquetado con el indicativo de vuelo, en mi caso “Láser”.  Allí esperan colgados en un extenso perchero metálico: traje anti “G”, chaleco de supervivencia, cartera de navegación, casco con máscara de oxígeno y guantes de vuelo.

Por fin llega el momento de vestirnos de gala para revolcarnos en el cielo.

En primer lugar, comenzamos con el traje anti “G”, el que debe calzar al estilo chupín. Bien pegado al cuerpo y al último grito de la moda. Luego sigue el chaleco de supervivencia, que mediante un giro de cintura casi mágico, calza en un solo movimiento sobre los hombros. Por último, tomamos el casco y la cartera de navegación. A partir de este momento, podemos afirmar que estamos listos para dirigirnos al avión.

Al hacer un análisis de este atuendo tan particular, acabamos de conocer detalles que no son fácil de percibir a simple vista, principalmente por ajenos a esta actividad.

Borceguíes de cuero

Una dura puntera de acero, protege al pie ante un posible impacto con el panel de instrumentos durante una eyección, o al impactar contra el terreno u cualquier tipo de elemento cortante.

Desempolvado el cofre de los recuerdos, al día siguiente de eyectarme desde un M-5 Mara en el año 1998, en determinado momento puse atención sobre los borceguíes. Sorprendido noté, que una de las punteras revestidas con grueso cuero presentaba un tajo profundo. Cicatriz que confirmó lo acertado de la mencionada protección, la que salvo mi valioso pie derecho, el que hoy puedo seguir disfrutando.

Traje Anti “G”

Este pantalón extraño entallado al cuerpo con cierres laterales, de color verde, con una manguera que sale por el costado derecho, adornado con bolsillos en la parte baja de cada pierna, en los que colocamos normalmente guantes de vuelo y la libreta de emergencias.

Aprovechando cada espacio, sobre cada rodilla se encuentran sendos portapapeles con tapa trasparente de material plástico. Al quedar perfectamente a la vista y a mano cuando estamos sentados, son ideales para colocar cartas de aproximación u otro tipo de información útil para ser utilizada de manera inmediata, con una simple bajada de ojos.

Descendiendo con la mano derecha por el lateral, a la altura de los gemelos, podemos tomar fácilmente un cuchillo de paracaidista, utilizado en caso de ser necesario, para cortar las correas de suspensión del paracaídas, ante algún problema en la apertura del velamen.

Internamente el traje anti “G”, contiene un sistema de cámaras que se inflan a medida que aumenta la fuerza “G”. Esa hinchazón instantánea, oprime el cuerpo del piloto en las piernas y en el abdomen, presión que evita un descenso rápido de la sangre, mitigando los efectos de la tan conocida visión negra (falta de sangre en el cerebro).

Este raro pantalón dispone de distintos cortes en las rodillas y bajo la ingle, los que facilitan la movilidad.

A simple vista mientras el piloto camina, llama la atención una manguera que cuelga del lado izquierdo, conectada por el mecánico al habitáculo del avión, Esto sucede una vez que estamos sentados en el asiento eyectable. El pasaje de aire proveniente del compresor por este ducto, produce el inflado de las vejigas, impulsado por una válvula, la que inyecta aire a medida que colocamos “G” positivas en una exigente maniobra en vuelo.

Casco

La principal función es de proteger la cabeza y la vista del piloto ante todo tipo de impacto, fundamentalmente los producidos durante una eyección o contra el impacto de pájaros con rotura de parabrisas / cúpula. 

Normalmente lleva adherido en la parte delantera nuestro indicativo de vuelo y en la posterior el grupo sanguíneo.

Cuando arribamos a un nuevo destino de vuelo, el día que llegamos al Grupo Aéreo, nos entregan uno a cargo. Antes de personalizarlo, es necesario adaptarlo a la medida de nuestro cráneo. El calce a la cabeza debe ser perfecto. Para ello, el material que apoya sobre el cuero cabelludo, se calienta en un horno destinado a tal fin, para luego apoyar la horma sobre la tapa superior del cráneo con una pesa, procedimiento que permite obtener una plantilla perfecta.

Kit de Supervivencia

Contiene elementos indispensables para sobrevivir en caso de una eyección. Estos componentes se encuentran ubicados debajo del asiento eyectable, en un compartimento especialmente diseñado y adaptado a ese pequeño espacio. También el chaleco de supervivencia, aporta lo suyo.

El kit utilizado, se completa de acuerdo a las características topográficas y condiciones meteorológicas imperantes en el lugar de operación. Los elementos esenciales para la supervivencia incluyen; lata de agua, bengalas, una radiobaliza que emite en frecuencia de emergencia, radio, repelente para tiburones, desalinizador de agua, caramelos ricos en glucosa, silbato, botiquín de primeros auxilios, sombrero protector del sol, capa de lluvia, equipo de pesca, y hasta un rifle perfectamente plegado.

Ante la falta de disponibilidad de señales pirotécnicas, contamos con un espejo que permite enviar señales empleando el reflejo del sol. También están incluidos fósforos resistentes al agua y el viento. En caso de sufrir heridas, tendremos a la mano analgésicos, gasa y yodo.

Todos estos elementos, se encuentran meticulosamente ordenados dentro en una mochila compacta que cabe debajo del asiento y que garantiza la supervivencia, ya sea en tierra firme o en el agua durante un periodo prolongado.

Bote inflable

Inflado automáticamente después de producirse la eyección, mediante un botellón de gas comprimido. Esta unido al piloto mediante una soga, la que utiliza para acercarlo cuando se encuentra en el agua.

Chaleco de Supervivencia

Al igual que el bote se infla, la diferencia que este utiliza un sistema manual, accionado por el piloto. El chaleco dispone de una luz estroboscópica, al que se activa al tocar el agua. También contiene un pequeño botiquín y bolsillo para alojar una pistola 38 corta.

Al subir al avión y en vuelo, nos seguimos acomodando

En compañía de nuestra mano derecha, el mecánico, finalizamos la inspección exterior o walk around, y lo primero que hacemos es subir a la nave por la escalera.

Desde afuera, contamos y verificamos que todos los pines de seguridad del asiento estén colocados. Apoyando la mano izquierda en el borde delantero de la cabina y con mucha delicadeza, sin pisar ninguna superficie del asiento que salva nuestras vidas, introducimos las piernas de una por vez. Lo hacemos descendiendo muy lentamente, hasta llegar a sentarnos.

Acto seguido nos dedicamos a acomodar los correajes. Estos rodean completamente el torso, sujetándonos al asiento.

Unas correas llamadas perneras, rodean las pantorrillas, las que son abrochadas con una hebilla. Estas cumplen una importante función, tiran las piernas hacia atrás. Eso solamente sucede ante la violenta salida del asiento durante una eyección, evitando que impacten los pies en el tablero de instrumentos.

Una vez bien atados, se destraba el arnés, inclinamos el cuerpo hacia adelante, buscando acomodar un almohadón llamado riñonera. Su función principal es minimizar esfuerzos en la zona lumbar al colocar mucha “G”.

Una vez que estamos correctamente atados, el mecánico conecta la manguera del traje anti “G” al avión, comunicándonos esa acción.

Por último, nos alcanzan el casco, y con ambas manos lo colocamos delicadamente en la cabeza.

Al conectar la manguera de oxígeno, abrochamos la máscara cubriendo nariz y boca.

Por último, abre la llave de paso, comenzando a aspirar aire fresco, el que invade totalmente los pulmones. En ese preciso instante, bajamos la vista y chequeamos que el sistema esté funcionando correctamente.

Acto seguido, sacan los siete pines de seguridad del asiento y los cuenta frente a nuestros ojos.

Bajamos el visor del casco y luego de cerrar la cabina, estamos listos para poner en marcha.

Una vez en el aire

En lo que respecta a los ítems relacionados al confort una vez que estamos en vuelo, podemos mencionar una regulación fina de la temperatura de cabina y el destrabado de los arneses en el control de ascenso, logrando con ello tener mayor libertad de movimiento en la cabina, fundamentalmente en combate.

Normalmente el tiempo total sentado en el asiento eyectable en un Mirage gaucho, iba de 1 a 02:30 horas, dependiendo del tipo de vuelo.

Para volar no nos debe perturbar nada, es importante estar cómodos.

Al sentarse, el piloto no ata el cuerpo al avión. Mediante los arneses, sujeta el avión a su espalda pasando a formar parte de su robusta anatomía. Frase totalmente filosófica que simboliza como nos debemos sentir una vez que estamos en el aire.

La preparación para el vuelo es todo un rito, hay que arroparse con componentes que nos permitan volar cómodos, facilitando el cumplimiento de la misión, y de suceder lo peor, responder ante cualquier situación imprevista, llámese accidente.

Como queda a la vista, en una actividad operativa tan compleja, nada es improvisado. Vestirnos adecuadamente y sentirnos cómodos en la cabina antes de tener una importante cita en el cielo, resulta un punto clave si deseamos lograr la victoria.



 
 
 

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