¡UNA EXPERIENCIA IMPOSIBLE DE OLVIDAR!
- Luis Alberto Briatore

- 19 jun 2021
- 4 Min. de lectura
Superé uno de los desafíos más importantes. Luego de casi una hora de vuelo pude posar por primera vez al Sabre F-86 F con suavidad sobre el concreto de “El Plumerillo”. Iniciando el frenado levanto la vista, y a la izquierda veo pasar al ladero, el mismo que había sido una fiel compañía durante todo el vuelo, da motor, mete el tren al ras del piso y mientras apenas se eleva acelerando, ejecuta un tonel rindiendo tributo al nuevo pichón de cazador.
Rodando, ya con más tranquilidad y las pulsaciones en un marcado descenso, siento que por fin soy un nuevo “sabrero
Al abrir la cúpula escucho los gritos del comité de bienvenida, el que golpeando el ala izquierda, reclama mi presencia.
Dejo el paracaídas en la cabina y luego de pararme en el riel de la cúpula, me lanzó hacia una infinidad de brazos que por fortuna amortiguan la caída.
Comienza la manteada, una expresión de cariño típica de la especialidad, donde la emoción actúa de anestesia minimizando los efectos del dolor físico. Manifestación de afecto que señala el inicio de una gran fiesta, en un día que será inolvidable.
La cantidad de visitas que arribaron a este importante evento, fue realmente increíble. Se asemejaba a una horda de guerreros vikingos voladores que nos visitaban con muchas ganas de festejar.
Llegaban desde distintos puntos cardinales, en aviones de todo tipo y sin dar pausa. Las plataformas desbordaban con una gran variedad de aeronaves, donde los presentes disfrutaban de un espectáculo excitante en todo sentido.
Aterrizaron uno detrás de otro, quince IA-58 Pucará, ocho Douglas A-4B Skyhawk con un Douglas DC-3 de apoyo, el que incluía para el esparcimiento, un juego de metegol a bordo, tres MK62 Canberra, cuatro Mirage M-IIIEA, cuatro Mirage M-5 Dagger, tres Hércules C-130, tres Fokker F-27, un Sabréliner, dos Lear Jet 35, tres B-45 Mentor, cinco C-182 y tres Aerocomanders 500.
En la plataforma principal, los dueños de casa exhibían todo lo que tenían. Estacionados prolijamente en la plataforma en dos hileras de frente al palco, nos observaban once Sabres, veinticinco Morane, catorce A-4C y cinco helicópteros Lama. Toda una demostración de poder y un gran espectáculo para los que formamos parte de este fantástico mundo.
¡Sabíamos que alguien iba a dar la nota! Esta vez fueron los pilotos de los Pucará. Llegaron antes de que comenzara la ceremonia, haciendo la bulla que los caracterizaba. Todos estaban vestidos con un traje de supervivencia en estridente color amarillo y sombrero al tono. Llevaban colgando de cada mano, un dorado, sabroso pez característico del río Paraná, cuyo destino final sería la parrilla. No era más que un aporte patriótico a este gran asado, lo que daba un toque divertido más a esta fiesta que no podía comenzar de mejor manera.
Todas las unidades de la FAA dijeron “presente”. Nadie se quería perder semejante celebración. Se trataba de la primera reunión de este tipo después de la Guerra de Malvinas. ¡No era algo menor! Había muchas ganas de juntarse y compartir un momento especial.
Con los ocho nuevos pilotos aterrizados sin novedad, comenzó la ceremonia. El discurso estuvo a cargo del Jefe del Escuadrón. Luego, vino la entrega de escudos y pañuelos a los nuevos “sabreros”. Acto seguido, hubo una retirada en patota al quincho del Casino de Oficiales, donde nos esperaba, en un quincho totalmente ornamentado a lo “cacho”, el espectacular y esperado asado.
Al llegar al lugar del almuerzo, todos se abrazaban, gritaban y haciendo bromas de todo tipo. No era para menos. Se juntaban viejos amigos y valientes guerreros que habían luchado heroicamente arriesgando sus vidas por la Patria.
También se observaban reencuentros entre compañeros de promoción unidos por un fuerte vínculo de afecto, quienes llevaban mucho tiempo sin verse.
Reinaba un ambiente festivo y de pura camaradería. Todos hablaban y lo hacían gritando, estábamos en una sentida y alegre fiesta. Era una atmósfera de algarabía que complicaba el inicio oficial de la comida.
Una actuación que es tradición
Luego de degustar aquel exquisito asado, se largó el entretenido y gracioso sketch, actuación que tuvo lugar a continuación del postre. En determinado momento, se escuchó el sonido de un metal que golpeó contra una copa. De inmediato todos hicieron silencio. Era el turno del Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, quien antes del brindis, pronunció unas palabras emotivas con final jocoso. Esta fórmula se repite en cada discurso de los “vuelos solo”, y es señal de que el ánimo está bien alto, como debe de ser en este tipo de acontecimientos donde se exalta el espíritu cazador.
Antes de retirarse la máxima autoridad, tuvo lugar la entrega de regalos por parte de las distintas unidades al Escuadrón F-86 F, otra vieja tradición. En retribución, los nuevos pilotos devolvían gentilezas con un presente para cada unidad.
Una vez que las autoridades se retiraron, la fiesta debía continuar hasta que las velas no ardan, y un poco más también.
Los noveles pilotos que lucían orgullosos, por primera vez el pañuelo naranja, en distintos círculos rodeados de camaradas, relataban anécdotas y contestaban preguntas, sobretodo capciosas, relacionadas al reciente encuentro cara a cara con el magnífico Sabre F-86F.
Fue un momento muy especial, de mucha alegría y, a la vez, de nostalgia, donde muchos recuerdos del pasado afloraron; mezclándose la pérdida de héroes y amigos muy queridos, con la alegría de ver sangre nueva que vigorizaba a la Institución.
Sólo los que pertenecemos a este especial ámbito, comprendemos lo que realmente significa un festejo de esta naturaleza en toda su dimensión.
Tradiciones como éstas, y tantas más que iremos mencionando, son ritos sagrados para un guerrero del aire, los que realmente forjan el espíritu y hacen querer cada vez más este estilo de vida.
Al otro día, convertidos en calabaza, advertimos que la rutina debe retomarse, y que lo más duro también está por llegar. Por supuesto, hay que dejar todo ordenado e impecable como estaba antes.
Momentos como este, son los que se graban para siempre en nuestra memoria, la que mantiene un nítido recuerdo de lo vivido, excusa para seguirlo disfrutando cuando nos juntamos, ya alejados de este mundo que tanto añoramos.






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