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Una pieza fundamental dentro de la Aviación de Combate, el “Instructor de la Escuela de Caza”

  • Foto del escritor: Luis Alberto Briatore
    Luis Alberto Briatore
  • 1 ago 2020
  • 10 Min. de lectura




Día del Instructor Militar

El 28 de Julio se conmemora el Día del Instructor Militar, fecha en que fallece el Teniente 1º Raúl Eugenio GOUBAT, primer Oficial que obtuvo el Brevet de Aviador Militar y precursor de la instrucción aérea militar. Formó parte del Primer Curso de la Escuela de Aviación Militar pasando a ser el Primer Instructor Militar de éste Instituto entre 1912 y 1914.

En homenaje a los tantos buenos Instructores de Vuelo que enseñaron con tanta pasión en los años de existencia de la Fuerza Aérea Argentina. El relato de hoy está relacionado a este profesional íntimamente ligado al pasado, presente y futuro institucional.

Una pieza fundamental dentro de la Aviación de Combate, el “Instructor de la Escuela de Caza”

Al igual que con nuestros hijos, si pretendemos que sean unas buenas personas tenemos que esforzarnos por dar lo máximo por parte nuestra como padres. Algo similar debe suceder en la virtuosa relación Instructor / Alumno en cualquier ámbito si buscamos la excelencia.

Es habitual que a lo largo de un largo derrotero operativo, los Pilotos de Combate dediquemos 2 o 3 años a enseñar, formando parte del plantel de Instructores de la Escuela de Aviación Militar o en la Escuela de Caza. Antes de que este hecho suceda, cuando la experiencia en vuelo comienza a tallar profesionalmente, surge un lógico interrogante antes de comenzar con esta noble y primordial tarea: ¿Qué tipo de Instructor quiero ser frente tremenda responsabilidad?

Antes de ser bendecido con esta noble función, ya había elaborado una idea al respecto; pondría esmero en enseñar todo lo bueno que había aprendido y evitaría repetir lo que creía incorrecto volcar en la delicada etapa del aprendizaje, en la que un joven e inexperto Piloto desea cristalizar una gran pasión.

Al finalizar el Curso de Aviador Militar y de acuerdo a la experiencia vivida, tratando de ordenar los pensamientos, abrí en la mente un par libros con las pautas básicas a respetar en el futuro profesional. El más grande era de color blanco, en sus inmaculadas páginas anotaría todo lo bueno a poner en práctica, y a su lado, otro más pequeño de color negro que contendría lo malo, para no hacerlo.

Tenía una prematura claridad al respecto, había definido los lineamientos generales relacionados al correcto actuar; sabía cómo obrar y que debía evitar.

Llegado el momento, ya del otro lado del mostrador, de cara a la gran oportunidad y desafío de enseñar, aplicaría lo mamado como Piloto Operativo en diferentes Escuadrones, trataría de volcar no solo conocimientos, sino también, valores.

Con el correr del tiempo la experiencia iría puliendo aristas sobre una idea definida sobre el actuar frente a un Alumno.

Este conjunto de preceptos fueron tomando forma con la experiencia vivida como Alumno en diferentes procesos de aprendizaje, volando diferentes aviones:

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· Vocación para enseñar: Un síntoma correcto al tener en nuestras manos tremenda responsabilidad, es sentir un gran placer de poder hacerlo. El Instructor debe estar totalmente identificado y comprometido con esta noble función, poniendo a disposición todos los conocimientos que dispone, buscando al enseñar, que el Alumno sea mejor que el Instructor, actitud que garantizar el futuro institucional.

· Esfuerzo: Dar lo máximo, buscando que el Alumno logre desplegar todo su potencial obteniendo mayor rédito de sus capacidades.

· Disciplina: Virtud primordial en un maestro del aire. El Cursante ve en el Instructor el reflejo del deber ser. Solo es posible de lograr con una conducta construida desde lo cotidiano, basada en valores e imitada a través del buen ejemplo.

· Paciencia: Actitud deseable para lograr una mejor asimilación de conocimientos. El Instructor debe ser dócil, paciente cuando las cosas no salen bien, insiste y buscar diferentes caminos hasta encontrar el adecuado. En conveniente evitar imponer excesivo rigor y una presión desmesurada, cuando la intensión es optimizar el rendimiento en el menor tiempo posible.

· Amabilidad en el trato: Exigir con buenos modales. Indicar que algo ha salido mal de una manera amigable. Mantener un adecuado equilibrio entre el respeto y la exigencia al momento de enseñar. La presión ejercida sobre el educando debe estar direccionada en contribuir al dominio de la máquina en la toma de decisiones en vuelo, aspecto de directa relación ante futuros desafíos durante situaciones complejas.

· El Instructor también aprende: Debemos captar todo aquello que sea útil para enseñar. Único camino para perfeccionarnos como profesionales. Hay que aprender de los errores buscando obtener mejores resultados.

· Saber Escuchar: Mantener una mente abierta, dejando la soberbia de lado, aceptando la disidencia cuando es trasmitida adecuadamente. Analizar sugerencias buscando la mejora continua, en un marco de respeto mutuo. El Instructor no lo sabe todo, no es infalible, debe tener una apertura mental que permita aprender de las lecciones que en muchas oportunidades nos da el Alumno.

· Trabajo en Equipo: Es la mejor manera de trabajar, camino por el que debe transitar la enseñanza. El plantel de Instructores debe controlar la correcta asimilación de manera personalizada, redoblando el esfuerzo en aquellos que necesitan más tiempo de asimilación. Es necesaria una interacción entre los Instructores, en lo que respecta al seguimiento de cada Cursante, buscando un nivel homogéneo en los resultados del aprendizaje.

· Inculcar costumbres y tradiciones: Son parte de nuestra historia como Institución. El Instructor debe explicarlas para que sean correctamente interpretadas. Ambas nos identifican y están íntimamente relacionadas al sentido de pertenencia.


Buscando la excelencia en la difícil tarea de enseñar, la entrega del Instructor es determinante. Todos fuimos Alumnos en distintos ámbitos y no hace falta aclarar demasiado acerca de que deseamos recibir de este actor fundamental en el vital proceso de aprendizaje. Es un personaje tan relevante en nuestra formación profesional, que su recuerdo perdurará de por vida.

Mudanza a un nuevo destino

Como muchas veces sucede en la Fuerza Aérea, cuando uno menos se lo espera, llega el pase a un nuevo destino, ¡y eso fue justamente lo que sucedió!

Finalizando el año, en un caluroso y seco diciembre Mendocino de 1986, regresaba de un despliegue operativo. Habíamos tenido la fortuna de volar misiones de combate contra aviones de distintas performance y con muy buenos resultados, detalle que alegraba el alma cazadora. En vuelo directo desde la hermosa ciudad de Tandil, luego de 01:10 de vuelo, con mucho viento de frente en altura, aterrizo a los comandos de un Mirage M-IIIC. Regresaba de la VI Brigada Aérea con la satisfacción de haber incrementado la experiencia en combate aire-aire, y además, había volado en un lugar distinto al habitual, detalle siempre interesante.

Una vez detenido el motor y al bajar de la flecha supersónica, recibo una noticia inesperada y a la vez impactante. Cambiaba de destino interno, pasaría a formar parte de la Escuela de Caza o CB2. Volvería a lucir el pañuelo celeste, en esta oportunidad con un nuevo rol, el de Instructor de Vuelo.

Fue realmente una sorpresa no muy agradable. Luego de un par de años aprendiendo a dominar al Mirage, y en momentos que comenzaba a domar a la exigente ala delta, cambiaba inesperadamente de monta.

El duelo duro poco tiempo, con el hecho consumado rápidamente comencé a ver el medio vaso lleno, ¡como lo hice a lo largo de mi carrera! Todo indicaba que al volver de vacaciones comenzaría un nuevo curso, el de Instructor de Vuelo, ¡y así fue!

Teniente en el último año, con 26 años, luego de un exigente curso el que duró un par de semanas, pasaba a ser el Instructor más joven del Escuadrón II.

En pocos años había adquirido una importante experiencia, no solo por los aviones volados, sino principalmente gracias a los maestros guerreros de Malvinas que supieron formarme y templar el espíritu cazador, dentro de un marco de alta exigencia. Aspecto que jugó muy a favor para desempeñarme con soltura frente a tamaña responsabilidad, la de formar a los futuros Pilotos de Combate. Estaba ante un enorme desafío.

En la Escuela de Caza descubriría una nueva pasión, la que pasaría a ser la mayor predilección al volar, poder enseñar.

Como Instructor de la Escuela de Caza fue donde pude aplicar todo lo bueno y desterrar aquello que no consideraba apropiado para un Piloto en el proceso de aprendizaje. Desde un comienzo busqué trasmitir de la mejor manera posible los conocimientos, y como toque personal, puse mucho énfasis en mantener una enriquecedora relación Instructor-Alumno.


Al fin comenzábamos a enseñar

Dos Escuadrones gemelos, formados por 2 Escuadrillas con 2 Instructores en cada una de ellas, a la que le dependían 5 Alumnos, los que volaban habitualmente con sus respectivos Instructores.

Cada Escuadrilla funcionaba como una familia, pasábamos mucho tiempo juntos, tanto en tierra como en vuelo. La preocupación principal de los Instructores estaba centrada en el progreso de cada cursante, vínculo que fortalecía aún más esa importante unión, algo similar a lo que ocurriría en el futuro al integrarse a un Escuadrón de combate.

Comenzar a dar instrucción fue un grato hallazgo, descubrí el gusto por enseñar que hasta ese momento desconocía, definitivamente se trataba una grata sorpresa.

Nunca había tenido la oportunidad de estar explicando de espaldas a un pizarrón y de frente mirando a los pupitres, ocupados por Alumnos deseosos de aprender, y en vuelo, volcando la rica experiencia adquirida en otros aviones a un joven Piloto.

Desde un primer momento fue algo que ilumino el alma, estoy haciendo referencia a la noble y trascendente tarea de enseñar. Cada día que pasaba, el gusto era mayor. Sentía una marcada vocación en lograr que aprendan esos proyectos de Piloto de Caza. Se presentaba una oportunidad única, la de volcar todo lo que sabía a hacia un inexperto Alumno, y lo mejor, a través de una relación interpersonal altamente enriquecedora, situación en la que me sentía muy cómodo.

A medida que lograba afianzarme como Instructor, comencé a delinear un estilo propio, tomando los tantos buenos ejemplos del pasado profesional, rescatando diferentes detalles positivos de cada uno de ellos. Armaba un modelo en lo personal, de como realmente creía que se debía dar instrucción, extirpando aquellos pocos vicios observados en los distintos procesos de aprendizaje que había participado. Se trataban de defectos que no contribuían a mejorar la enseñanza y lo mejor era eliminarlos.

Estaba convencido que podía exigir de una manera amigable, corrigiendo algo que estaba mal hecho sin levantar el tono de voz, evitando mostrarme molesto, el poder transmitir que algo estaba mal hecho por medio de un buen modo.

Transité el cargo de Instructor superando las expectativas, acumulando gran cantidad de satisfacciones y gratos recuerdos que aún conservo de cada Alumno.

Una vez sentados lado a lado en la cabina, traté que el Cursante sintiera al avión, para lograrlo la principal consigna era no tocar los comandos de vuelo en todo el turno, salvo en demostración de maniobras o ejercicios y en situaciones extremas donde estaba en juego la seguridad.

Descubrí que el entendimiento Instructor-Alumno, partía de una primera premisa, dedicar tiempo a un buen briefing o reunión previa al vuelo. En este espacio de tiempo previo antes de saltar al aire, aclarábamos todos los detalles y despejaban dudas, facilitando el entendimiento entre esta dupla una vez en el aire.

Para un Instructor dedicado a la enseñanza de futuros Pilotos de Combate, no existe mayor satisfacción que disfrutar avances y acompañar las mejoras puliendo detalles.

En este fantástico destino volé como nunca, 4 turnos por día: mañana, tarde o noche. Si bien la permanencia en el aire era importante, sin desperdiciar tiempo, antes y después del vuelo dedicaba un tiempo considerable a la descripción del vuelo y su posterior análisis.

Como Instructor puse mucho énfasis en un aspecto que siempre creí extremadamente importante, el seguimiento de aquellos Cursantes que presentaban algún inconveniente, interactuando con el resto de los Instructores, tratando de atacar el problema por diferentes caminos. No todos los maestros enseñan de la misma manera y en algunos casos la compatibilidad entre ambos no es la adecuada, y como al enseñar la prioridad la tiene el Alumno, no existían inconveniente alguno en hacer cualquier tipo de cambio en las tripulaciones.


El legado de los viejos cazadores

En este estilo de vida tan particular, es muy tenido en cuenta el consejo de los más experimentados, ellos nos marcaron el norte, testimonio de ello es el lema de la Escuela Caza dando muestra de gran sabiduría.

“SER MÁS”, una frase con una dimensión inmensa, a ser aplicada por todos los que llevamos orgullosos ese vistoso pañuelo celeste, color que siempre caracterizo al CB2. A diario podemos mejorar, y de esa manera comenzábamos cada vuelo de instrucción.

Un capítulo aparte para el batallador MS-760 Paris, que con sus muchos años de noble servicio, volaba turno tras turno sin presentar novedad alguna. Un guerrero y maestro que le dio muchísimo a la Aviación de Caza Argentina. Con la “Moraneta”, como la apodaban con afecto, se formaron la mayor parte de los Pilotos de Caza que combatieron en la Guerra por nuestras Islas Malvinas, un avión símbolo para Los Cachos, así se los llama puertas adentro a los Pilotos de Combate en la institución.

Una vez superado todos los patrones de vuelo llegó el egreso, un orgullo para los cursantes finalizar la Escuela de Caza. Como es costumbre, tendría lugar una hermosa ceremonia con la presencia de las máximas autoridades. Finalizada la misma, en poco tiempo saldría el pase a distintas Unidades. Luego de un año de esfuerzo, una nueva horneada de Pilotos de Caza y Bombardeo partían con el diploma bajo el brazo tomando distintos caminos, en su mayoría a Escuadrones de Combate.

Luego de 2 años en el prestigioso CB2, volvería a un viejo amor, el Mirage, pero en esta oportunidad, dejaría Mendoza luego de 7 años fantásticos de una buena vida en la IV Brigada Aérea, y a la vez, disfrutando de en una hermosa ciudad.

De cuyo nos llevábamos lo mejor que nos da la vida, 2 hijas nacidas aquí, y dejábamos con tristeza a excelentes amigos.

En el próximo destino, se encontraba el mejor futuro profesional, volvía a volar un avión de alta performance, lo hacía en la Unidad más poderosa de la Fuerza Aérea Argentina por aquellos días.

Nos esperaba la primera mudanza. Partíamos a un lugar al que no conocíamos, la VI Brigada Aérea, enclavada entre antiguas sierras y verdes praderas, en cercanía de una bellísima ciudad llamada Tandil.

En 8 años como Piloto, incluido el Curso de Aviador Militar, había cambiado 6 veces de avión con sus respectivos cursos. Desarrollando una actividad aérea intensa, reflejo del excelente estado de adiestramiento y experiencia que contaba con solo 28 años, factor común en todas las tripulaciones de la Fuerza Aérea Argentina.

La descollante participación de los Pilotos Argentinos en la Guerra por nuestras Islas Malvinas, descanso en varios pilares, uno de ellos fue en el exigente adiestramiento, pero el más importante tuvo una íntima relación con los valores y principios inculcados desde el primer día que ingresamos a la Escuela de Aviación Militar.

Concluir esta importante etapa en la cuna de la Aviación de Caza amerita referirnos al lema del escudo, el que guarda una estrecha relación con la mentalidad del Piloto de Combate.

“SER MAS”, sentimiento que impulsa hacia adelante y que sólo debe ser entendido como una fuerza interna de superación personal, no como una mera vanidad, sino como la genuina intención por tener el honor de defender a La Patria.


“SER MÁS”: expresión proveniente de la Carta Encíclica “Populorum Progressio” del Papa Pablo VI, en Vocación al Desarrollo, párrafo 15, que promueve el progreso y la superación de los hombres como forma de encontrar su verdadero destino:


En los designios de Dios, cada hombre está llamado a desarrollarse porque todavía es una vocación.

Desde su nacimiento ha sido dado a todos como en germen un conjunto de aptitudes y de cualidades para hacerlas fructíferas: su floración permitirá a cada hombre orientarse hacia el destino que le ha sido propuesto por el Creador.

Dotado de inteligencia y libertad, el hombre es responsable de su crecimiento, lo mismo que de su salvación…. por el solo esfuerzo de su inteligencia y de su voluntad cada hombre puede crecer en humanidad, valer más, “SER MAS”



 
 
 

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